El 16 de enero, México se prepara para enfrentar al Internacional de Porto Alegre en tierras amazónicas en un amistoso que evoca memorias de un capítulo glorioso en la historia del Tri. Es un buen momento para revivir aquella inolvidable noche del 31 de octubre de 1968, cuando el “Tri” hizo lo impensable: vencer a Brasil en su propio terreno, el mítico Estadio Maracaná, con Pelé en cancha.
Era un duelo que pocos esperaban que los aztecas pudieran ganar. En ese entonces, el Maracaná había sido escenario de solo dos derrotas de la selección brasileña: el legendario "Maracanazo" ante Uruguay en el Mundial de 1950 y un sorpresivo descalabro frente a Checoslovaquia en 1957. Pero esa noche, ante más de 73.000 espectadores, los Mex escribieron su propia hazaña.
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En esos días, México contaba con dos equipos nacionales. Una selección, dirigida por Ignacio Trelles, competía en los Juegos Olímpicos, mientras que otra, liderada por Raúl Cárdenas, realizaba una gira por Sudamérica como parte de su preparación para el Mundial de 1970. Fue este segundo equipo el encargado de enfrentarse a los Cariocas, que alineaba a figuras como Pelé, Gerson y Rivelino.
Un golpe inesperado en el Maracaná
México salió al campo como víctima anunciada, mientras los locales se presentaban como la “potencia mundial". Sin embargo, el Tri resistió con un esquema defensivo impecable y golpeó primero. Al minuto 18, Isidoro Díaz sorprendió a todos con un disparo de media distancia que puso a su país adelante en el marcador; el Maracaná enmudeció.
Los amarillos respondieron con todo su arsenal. Paulo César y Pelé estrellaron tiros en los postes, y justo antes del descanso, Carlos Alberto empató desde el punto penal tras una falta sobre Edson Arantes do Nascimento.
Pero los mexicanos no se rindieron. A los 65 minutos, Enrique Borja orquestó un contraataque perfecto y asistió a "Chalo" Fragoso, quien marcó el segundo gol para el Tri. A pesar de la constante presión brasileña, la defensa mexicana aguantó y selló la histórica victoria.
Cuando el árbitro pitó el final, la ovación de la afición brasileña sorprendió a los jugadores mexicanos, mientras los locales salían entre abucheos. Incluso Pelé, al día siguiente, visitó el hotel donde se hospedaba el equipo mexicano para felicitarlos personalmente.
Desde México, la euforia llegó en forma de un telegrama enviado por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, que decía: “Felicítolos calurosamente por espléndidos triunfos sobre las selecciones de Uruguay y Brasil”.
Aquel triunfo en el Maracaná, una de las mayores proezas del fútbol mexicano, permanece como un recordatorio de que, en el fútbol, cualquier cosa es posible.