El 16 de septiembre de 1976, el nombre de Shavarsh Karapetyan pasó de las páginas deportivas a las de la historia. Aquel día, el campeón soviético de natación con aletas corría junto a su hermano cerca del embalse de Ereván, en Armenia, cuando un trolebús con más de 90 pasajeros perdió el control y cayó al agua. Sin dudarlo, el deportista se lanzó al lago helado, nadó hasta el fondo (a más de 10 metros de profundidad) y rompió la ventanilla trasera del vehículo con sus piernas para comenzar un rescate desesperado.
Durante cerca de 20 minutos realizó inmersiones sucesivas, sacando cuerpo tras cuerpo a la superficie, hasta que el suyo no resistió más. Las aguas estaban turbias, el aire escaseaba y los vidrios rotos le desgarraron las piernas y los brazos. Aun así, logró salvar directamente a unas 20 personas, aunque más de 90 viajaban a bordo. Su valentía fue tan grande que incluso los médicos aseguraron que sobrevivió de milagro. Las secuelas, sin embargo, fueron severas: sufrió una pulmonía aguda, intoxicación sanguínea e infecciones que pusieron fin a su carrera competitiva.
Karapetyan tenía apenas 23 años y era una estrella del deporte soviético. Campeón mundial y europeo de natación con aletas, poseía una fuerza y resistencia fuera de lo común, cualidades que ese día no usó para ganar una medalla, sino para salvar vidas. Su acción fue reconocida con la Medalla al Valor y la Orden de la Bandera Roja del Trabajo, y más tarde con homenajes en toda la Unión Soviética. A pesar de no haber sido atleta olímpico (porque su disciplina no formaba parte del programa), su nombre quedó grabado como uno de los héroes más nobles en la historia del deporte.
El héroe del embalse de Ereván
El accidente ocurrió cuando un trolebús lleno de pasajeros perdió el control y cayó al embalse artificial de Ereván, en plena capital armenia. La profundidad del agua y las bajas temperaturas hacían casi imposible el rescate. Karapetyan, que casualmente trotaba por la zona junto a su hermano Kamo, no dudó en actuar. Bajó una y otra vez hasta el fondo, rompiendo cristales con sus piernas y luchando contra la falta de oxígeno. Después de más de 30 inmersiones, su cuerpo colapsó y fue trasladado de urgencia al hospital.
Cuando despertó días después, su primera pregunta fue: “¿Cuántos sobrevivieron?”. Esa frase terminó de definir su carácter. Aunque perdió buena parte de su capacidad respiratoria y no volvió a competir al más alto nivel, su hazaña fue recordada por décadas como un acto de verdadero heroísmo. En Armenia y Rusia, su nombre es sinónimo de sacrificio y coraje.
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Orígenes y carrera de Shavarsh Karapetyan
Antes del accidente, el atleta era uno de los grandes exponentes de la natación con aletas, una disciplina que combina velocidad, apnea y fuerza en distancias cortas y medias. Nació el 19 de mayo de 1953 en Kirovakan (actual Vanadzor, Armenia) y comenzó a nadar a los 11 años. Pronto destacó en competencias locales y, ya en la década de 1970, se consolidó como figura internacional.
A lo largo de su carrera, conquistó 17 campeonatos mundiales, 13 campeonatos europeos y siete campeonatos nacionales dentro de la Unión Soviética. Además, estableció múltiples récords mundiales, siendo reconocido por su velocidad y capacidad de resistencia en pruebas de fondo. Estos logros lo convirtieron en una leyenda del deporte subacuático mucho antes de su célebre rescate.
El legado de un verdadero héroe
Tras su retiro forzado, este dedicó su vida a inspirar a otros. Fundó una empresa de calzado deportivo y participó en programas sociales y educativos sobre superación personal. En 1985, volvió a protagonizar un acto de rescate cuando ayudó a evacuar a personas durante un incendio en un edificio de Ereván, volviendo a sufrir heridas graves.
Hoy, su historia se estudia como ejemplo de altruismo y coraje. Documentales, biografías y exposiciones relatan la gesta del hombre que eligió la vida de otros por encima de la suya. Shavarsh Karapetyan no ganó una medalla olímpica, pero su legado supera cualquier podio: el de un campeón que se hundió en el agua no para vencer, sino para salvar.
