La Philippe Chatrier se tiñó de emoción, lágrimas y gratitud para despedir al más grande en su templo. Rafael Nadal, dueño indiscutido de Roland Garros con sus 14 títulos, fue el protagonista de un emocionante homenaje inolvidable en la jornada inaugural del torneo. El público, vestido con camisetas rojas y coreando su nombre, rindió tributo al hombre que redefinió la historia del tenis sobre arcilla.
La ceremonia fue un viaje emocional por una carrera de leyenda. Desde el video que repasó sus hazañas hasta la imponente estatua y la placa con su huella, cada gesto del torneo francés demostró el cariño y respeto hacia el campeón mallorquín. En el centro de la cancha, con su hijo en brazos y su familia en la tribuna, “Rafa” agradeció en francés, inglés y español, sin poder contener las lágrimas en varios momentos.
A su lado, tres rivales que marcaron una época: Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray, quienes se unieron para celebrar su legado. Un momento único que revivió la era dorada del “Big Four”, donde el respeto y la admiración fueron protagonistas. Roland Garros se detuvo para despedir a su ídolo eterno. Y Nadal, con voz quebrada, se despidió como vivió: con humildad, gratitud y grandeza.
Un adiós eterno en la Philippe Chatrier
La pista central fue testigo de uno de los momentos más emotivos de la historia del torneo. Con mosaicos en las gradas, aplausos incesantes y una ovación cerrada, Nadal vivió su homenaje arropado por su familia, su equipo y miles de fans. “Gracias Francia, gracias París, me habéis hecho sentir un francés más”, dijo entre lágrimas.
Asimismo, el exnúmero uno mundial dedicó palabras profundas a su mujer, Mery Perelló, embarazada de su segundo hijo. “Eres mi mejor compañera de vida”, expresó emocionado, recordando los difíciles momentos del último año. También mencionó a sus padres, su hermana, su tío Toni y a sus abuelos fallecidos, visiblemente conmovido.
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El legado de Rafa Nadal sobre polvo de ladrillo
Con 112 victorias y solo cuatro derrotas en 19 años en Roland Garros, “RF” firmó la etapa más dominante en un Grand Slam. Ni Djokovic en Australia, ni Federer en Wimbledon se acercan a sus cifras en París. El rey de la arcilla dejó una huella que permanecerá para siempre junto a la red: la de un campeón irrepetible.
