Miércoles 25 de Septiembre 2024
JUEGOS PARALÍMPICOS

Juegos Paralímpicos: México, con todos los cañones por las 100 medallas de oro

Al campamento mexicano en Hiroshima llegan cartas y dibujos de los aficionados japoneses. Los Juegos generan cercanía entre los atletas y también la certeza de hacer historia.

Foto: Twitter @COM_MexicoCréditos: Foto: Twitter @COM_Mexico
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Es verano en Hiroshima y en la Ciudad de México, pero aquí florece el día y allá la noche lo apaga. Dos timbres de llamada después, uno de los integrantes de la delegación paralímpica mexicana atiende su celular. Es una entrevista a ciegas, así que cualquiera puede estar sentado o de pie, mirando quién sabe dónde o sosteniéndose el mentón con una mano. Entre las pocas certezas, están esas: la estación del año, la diferencia horaria y los kilómetros que separan a un lugar del otro (11 mil 912km), en medio de una emergencia sanitaria.

“¿Se escucha bien? -la voz aguda al otro lado de la línea-. La seguridad nos pone un poco nerviosos, no estamos acostumbrados a tanto”.

Yoalli Hernández -entrenador, 31 años, exdeportista de alto rendimiento en pentatlón moderno- termina su jornada con los atletas paralímpicos de boccia en el campamento de la prefectura de Fuchu (Hiroshima), a donde llegan videos, cartas y dibujos de la gente que vive en las casas vecinas. Y todo eso ocurre, entre otras cosas, porque el deporte se parece seguido al arte y también conmueve, deslumbra y nos desacomoda.

“La gente no puede vernos por la pandemia, pero nos han hecho videos por YouTube, cartas, video-llamadas, visitas escolares virtuales. Estamos muy agradecidos”, dice, desde Japón. “Muchas veces en México somos un poquito olvidados o no nos prestan atención. Y aquí nos hemos convertido en las estrellas del momento. Eso a todos los deportistas los ilusiona, es un plus extra”.

Los Juegos Paralímpicos (24 de agosto-5 de septiembre), en horarios nocturnos o de madrugada para América Latina, generan cercanía en los japoneses porque entre esos cientos de atletas hay, de alguna manera, historias que los conmueven. México ha participado en ellos desde 1972 y ha sumado 289 medallas: 97 de oro, 90 de plata y 102 de bronce. El objetivo en Tokio, donde se mantienen los estadios vacíos, es llegar a las 100 de oro y a las 300 generales.

Foto: Cortesía Yoalli Hernández

“La pandemia nos provocó un poco de miedo. No pudimos hacer uso de las instalaciones deportivas. Adaptamos algunas casas, piletas, salimos al bosque y logramos realizar los entrenamientos. No eran las condiciones idóneas, pero, al no acudir a la escuela ni al trabajo, eso nos benefició para enfocarnos exclusivamente en nuestra preparación”.

Tokio observa que los casos de Covid-19 han incrementado a más del triple y amenazan con multiplicarse “más rápido, más alto, más fuerte”, como dice el lema olímpico. En los pasados Juegos, la burbuja no impidió cerca de cuatrocientos casos entre atletas y personal de trabajo, aunque el gobierno pidiera a la población evitar salidas “no esenciales y no urgentes” y el Comité Olímpico Internacional celebrara “misión cumplida”.

“Los primeros días fueron difíciles. Nuestros atletas no dormían, tenían insomnio, desvelo. El campamento sirvió para ajustar el cambio de horario (14 horas más que en México), pero las medidas de Covid-19 han sido sumamente estrictas. En otros Juegos Paralímpicos, un atleta podía llevar un auxiliar personal para que lo ayudara con lo necesario. En estos no ha sido posible. Se ha dado prioridad a entrenadores, médicos y fisiatras, y sólo asisten dos personas de pantalón largo por delegación”.

Foto: Conade

Esas dos personas, entre los 60 seleccionados nacionales que competirán en 11 disciplinas, son Liliana Suárez, presidenta del Comité Paralímpico Mexicano (Copame); y Juan Pedro Toledo, jefe de misión de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), quienes se encargan resolver todo el mapa de necesidades: logística, kits de viaje, boletos de avión, ropa de competencia, equipos especiales como sillas de ruedas para viaje y transporte público.

“También sumamos guías, tocadores y compañeros de competencia para corredores ciegos”, agrega el entrenador deportivo, mientras la llamada presenta algunos problemas por la saturación de la señal en Japón. “De repente nos dicen conéctense a una video-llamada, nos mandan el link de algún video y vemos cómo la gente está con nosotros, aunque no podamos salir a saludarlos. Eso complica un poco la comunicación (se ríe)”.

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Aún sin espectadores, Tokio ofreció al mundo la perspectiva de movilidad en un mundo donde viajar es complicado. Fue el primer evento global en medio de la pandemia y ahora quedan los Juegos que cierran la cartelera. Si mirar para atrás es ver a Río 2016, los Paralímpicos son también inspiración. La certeza de que la distancia es temporal, pero las pasiones infinitas.

“Mi papá me dijo un día: ‘Hija, persigue tus sueños. Y si vas, ve por todas las canicas para que seas la mejor”, agrega desde otro punto del campamento Ángeles Ortiz, tetracampeona panamericana y multimedallista en Beijing 2008, Londres 2012 y Río, en lanzamiento de bala. “El deporte adaptado ha sido una gran bendición. Yo tenía 31 años y me tuvieron que amputar la pierna -fue atropellada por un joven de 18 años, que manejaba alcoholizado tras su fiesta de graduación-, pero renací, me reconstruí, recogí mis pedacitos y me di cuenta que podía lograrlo”.

El contingente mexicano, con 29 mujeres y 31 hombres, se prepara para las pruebas de paraatletismo, boccia, paraencuestre, judo, paranatación, parapowerlifting, pararemo, parataekwondo, paratenis de mesa, paratiro con arco y paratriatlón. Sus abanderados serán Amalia Pérez, tricampeona paralímpica en parapowerlifting, y Diego López, campeón mundial de paranatación en Londres 2019. “Que esto marque nuestro camino, es la oportunidad de seguir adelante”, dice Amalia, en las horas previas a sus sextos Juegos Paralímpicos.

A muchos de ellos la vida les jugó una mala pasada, pero siguieron y allí están ahora. En silencio, entrecerrando los ojos, imaginando el destino de los minutos que vendrán. Lo otro es una luz que vino tal vez desde la oscuridad: invidentes que corren, saltan longitud o nadan en la piscina; ciclistas con una sola pierna que dan vueltas a un velódromo; nadadores con las piernas paralizadas, o con un solo brazo y, en algunos casos, sin brazos, que practican todas las modalidades en una piscina. Por algo, los Juegos Paralímpicos los invitan a soñar.

La Villa Olímpica ha recibido a los primeros atletas paralímpicos mexicanos. Por regla general del comité organizador, los deportistas sólo pueden ocupar las habitaciones siete días antes del inicio de su competencia. En el primer orden están seis de los nueve favoritos para conseguir medallas: Ángeles Ortiz (paraatletismo), Diego López, Jesús Hernández, Arnulfo Castorena (paranatación), Lenia Ruvalcaba, Eduardo Ávila Sánchez (judo). Mientras los otros tres -Juan Diego García (Taekwondo), Amalia Pérez, José de Jesús Castillo (paraporwerlipting)- esperan su turno.

“Estamos seguros de que podemos dar grandes glorias para el país”, retoma la conversación Yoalli Hernández, en la oscuridad de una ciudad de Hiroshima que todavía duerme. “Es cierto: los Juegos Paralímpicos no reciben la misma atención que el deporte convencional. Pero nosotros estamos aquí por otra cosa”.

En un tiempo extraño de estadios vacíos, y de audiencias proliferadas en redes sociales -que repiten a cada instante los nombres de los atletas-, este contingente paralímpico mexicano es pura inspiración. Las manos artistas de los japoneses los dibujan desde las casas vecinas, sin poder tocarlos ni verlos ni comprobar lo fuertes que son. Después se abrazan hasta llorar mucho y llorar juntos, balbuceando con cierta emoción: “México gana, yo creo en ti. Buena suerte”.

Por Alberto Aceves