Mike Tyson suelta los puños y mantiene su mente en estado de guerra. El guante quiebra lo que golpea y también se quiebra contra lo que es golpeado. Hoy, con 54 años, su trabajo es avivar las chispas. Alimentar el fuego que queda hasta convertirlo en una hoguera poderosa. El campeón de los pesos pesados más joven en la historia ha vuelto al boxeo por última vez. Dicen sus hijos que “debería sentar el trasero”. “Pero ¿qué saben ellos?”, se pregunta él.
Tyson (50-6) es como un cachorro de pitbull que anda, habla y piensa luchando. “Mi ego me está jodiendo. No sé cómo, pero volví. Estoy deseando recuperar mi gloria”. El desafío de moldear su reconstrucción está pactado para el 28 de noviembre, en Los Ángeles, California, con el también ex campeón del mundo Roy Jones Jr., de 51 años (66-9). Los dos estarán ahí para ofrecer un encuentro de exhibición a ocho asaltos, sin caretas y por streaming. En la mente de Tyson, sin embargo, sólo existe el nocaut.
“Esto es buscar y destruir. Si se presenta la oportunidad, voy a noquearlo”. Y es que el boxeo tiene que ver con la rabia. “De hecho -dice Joyce Carol Oates, en su libro Del boxeo- es la única actividad humana en la que la rabia puede ser traspuesta inequívocamente en arte”. Y Tyson, Iron Mike, es un artista salvaje. Se reconoce su instinto asesino cuando la multitud salta de sus asientos en respuesta a alguno de sus ataques. Sucedió antes en el ring y sucede ahora con los videos de sus entrenamientos.
El peso de Iron Mike rondaba las 289 libras (131 kilogramos) hasta hace unos meses. Hoy, bajo las leyes de trabajo de Rafael Cordeiro, alcanza las 220 libras (99,7 kilogramos). En su cuenta de Instagram, los videos de Tyson registran en promedio un millón de visitas. “Bienvenido de vuelta, Iron Mike, tu animal interior ha despertado”, se lee en los comentarios. El boxeo alguna vez le dejó cicatrices. Pero las marcas más grandes siempre quedaron por dentro.
Tyson peleó por última vez el 11 de junio de 2005. Lo hizo después de perder dos de sus últimos tres combates, los dos por nocaut. En el tercero, contra un modesto púgil irlandés llamado Kevin McBride, la suma de sus excesos lo mandó a la lona. “No puedo mentirme más. Es simplemente mi fin. Termino aquí. No voy a faltarle al respeto a este deporte”, dijo esa noche sentado en su esquina, después de seis asaltos. El ex campeón de los pesos pesados más joven en la historia peleaba entonces para pagar las deudas, no para reavivar el fuego. Y prefirió irse.
El público ahora espera por él. Enfrente, estará un hombre que fue campeón en diferentes categorías (medio, supermediano, semipesado y pesado): Roy Jones Jr. Y que sabe que la pelea con Iron Mike va más allá de la exhibición. “Yo quiero boxear y tener un momento divertido, pero Mike no es el tipo de persona que va a salir a hacer eso. Lo único que sabe es ir y tratar de quitarte la cabeza”, asegura, con un último antecedente en el ring que data de febrero de 2018, cuando se despidió ganándole a Scott Sigmon.
Ante Tyson, Jones Jr. puede correr, pero no esconderse. Lo dicen decenas de ex boxeadores: desde Héctor Mercedes hasta Clifford Etienne, el último de sus 44 nocauts. Un hombre en estado de guerra. “Yo solía preguntarle a Cus (D’amato): ‘¿Qué significa ser el mayor peleador de todos los tiempos?’”, recuerda Tyson en Toda la verdad, su biografía. “Me respondió: ‘Escúchame. Aquí de lo que se trata es de la inmortalidad. Se trata de que tu nombre sea recordado hasta el final de los tiempos”. Y entonces el tiempo lo hizo inmortal.
Con 20 años y cuatro meses, Tyson se convirtió en el boxeador más joven en conseguir un título mundial de los pesos pesados. Sucedió el 22 de noviembre de 1986, en Las Vegas, ante el jamaicano Trevor Berbick. La pelea terminó en dos rounds. Luego, realizó nueve defensas hasta ser el rey de la división. Perdió por nocaut con James Buster Douglas, en febrero de 1990, y dejó en la mente de los aficionados del boxeo su pelea contra Evander Holyfield, en junio de 1997, cuando fue descalificado por morder sus orejas.
Pero el pitbull, con toda su rabia, ingresó al Salón de la Fama el 13 de junio de 2011. Ahí estaban él, Muhammad Ali, Joe Frazier, Julio César Chávez y otras leyendas del boxeo. Entre ellos, su gran héroe: Roberto Manos de Piedra Durán. Como inmortal, Tyson vuelve a soltar los puños y quiebra los guantes. ¡Bam! ¡Bam! Un campeón en estado puro. “Puede parecer que soy un tipo duro, pero odio a ese tipo. Le tengo miedo. No quiero que aparezca. Porque sé que, si sale, el infierno saldrá con él”.
Por Alberto Aceves