Cayó tres veces. La primera en el noveno round. La derecha de Lupe Pintor lo mandó a la lona al flacucho y orejón galés Johnny Owen, con más facha de saltador de altura que de una máquina de golpes. La segunda fue preámbulo de lo que vendría. De la tercera, el europeo ya no se levantó. El ring del Auditorio Olímpico de Los Ángeles, California, lo recibió inerte por el derechazo del mexicano, el 19 de septiembre de 1980. Hace 40 años.
Con 24 años, el británico llegó a retar a Pintor, el bravo hombre de Cuajimalpa que con 25 años hacía su tercera defensa del título gallo, que le había ganado antes a Carlos Zárate. “De grande quiero ser como tú”, le dijo Owen a Pintor, en lo que parecía el nacimiento de una amistosa rivalidad, llena de respeto arriba y abajo del ring. Pero los puños de Lupe fueron implacables y derribaron en el noveno round a su rival.
Owen se levantó rápido, cuando el conteo apenas empezaba. Siguió peleando, repartiendo castigos al mexicano, a tal grado que dos jueces tenían en sus tarjetas al galés con la ventaja. Duros episodios los que siguieron. Hasta que llegó el round 12 y la segunda caída.
El británico peleaba cercano, pese a tener los brazos largos. Acomodaba golpes secos a la humanidad de Pintor, quien arremetió con el 1-2 en la mandíbula de su adversario que lo llevó de nueva cuenta a la lona. Owen volvió a regarse en su rodilla, no para descansar, tomar aire o volver en sí, sino para levantarse de inmediato. Según Pintor, el galés ya peleaba en automático, mantenía la vertical y soltaba golpes por mera inercia. Y llegó el golpe final.
Derechazo de Lupe Pintor que mandó a dormir a Owen. “Se acabó la pelea, cayó materialmente como muerto Johnny Owen”, dijo en la narración para la televisión mexicana el comentarista Antonio Andere. Y así fue. La cabeza del flaco peleador cayó desde su 1:68 metros de altura para golpear sin resistencia la superficie del ring. El referee movió los brazos por encima de él y terminó el combate. Pintor retuvo el título, mientras a Owen se le escapaba la vida.
El galés estuvo en coma durante 46 días antes de morir. A Pintor le sacudió la noticia y desde entonces sueña con el rival al que le quitó la vida, dice que es su ángel de la guarda. El mexicano viajó a Merthyr Tydfil, Gales, a petición de la familia Owen para rendirle un homenaje al peleador con la develación de una estatua.
Ese 19 de septiembre de 1980 persigue al Indio de Cuajimalpa. Owen lo visita en sus sueños, pero nunca en ese momento de la pelea, sino en juegos de infancia, en momentos que no existieron, según reveló el ex pugilista mexicano en una entrevista. Las tres caídas se convirtieron en juegos de canicas y un recuerdo que acompañará para siempre a Lupe Pintor.