Ni toda la fama ni todo el dinero son suficientes cuando de la salud de un hijo se trata, algo que Julio César Chávez tuvo que aprender a la mala pues luego de ser él quien lo acercó al mundo de las drogas, ahora se siente culpable de los problemas de adicción que sufre el Júnior.
Cuando estaba en la cima de su carrera y era incluso amigo de los máximos capos del narcotráfico mexicano e internacional, La Leyenda vivió siempre rodeado de lujos, mujeres, drogas y alcohol que lo llevaron a los excesos.
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Ahora ya mucho más maduro, alejado de los vicios y concentrado en el trabajo, ni toda la fama ni todo el dinero de Julio César Chávez son suficientes para compensarle a su hijo ese amor que al parecer no le pudo brindar en su momento y que ahora le pasa factura, a pesar de que ya ha ayudado a muchas otras personas a salir de las drogas y el alcohol.
Aunque ya lo ha metido varias veces a tratamientos de rehabilitación en su propia clínica y en otras que lo ayudaron a él mismo a abandonar sus vicios, Julio César Chávez Júnior nada más no ha podido salir del infierno de sus adicciones y su papá ahora se da de topes por haber sido él quien le inculcara a su vástago no solo el gusto por el boxeo, sino también por el oscuro mundo de las drogas.
Julio César Chávez se siente culpable
En conferencia de prensa, Julio César Chávez fue claro al señalar que pese a los numerosos intentos aún no ha logrado rescatar a su hijo de las drogas, pero que está en ello y no descansará hasta finalmente poder ayudarlo.
“Hice muchas cosas mal, saben mi pasado que no es grato, pero no me arrepiento de nada porque Dios me dio otra oportunidad de vida y eso me ha permitido ayudar a mucha gente con el mismo problema que yo, aunque lástima que no he podido ayudar a mi hijo todavía, pero en eso estoy. No hay que dejar que nuestros hijos empiecen con esos temas porque está cabrón detenerlo”, indicó Julio César Chávez.
Cuestionado respecto a cómo surgió el gusto por el boxeo en sus hijos, indicó que realmente él nunca quiso que fueran boxeadores, “yo no quería que mis hijos pelearan, pero ¿cómo quitarle el sueño a un niño que toda su vida vio a su padre boxeando? Ellos crecieron viendo eso y quieren ser como su padre. Al principio me opuse, pero cuando los hijos te lloran se te bajan los pantalones”.
EG