A José Antonio García lo dejaron solo. Primero Pumas, el club de su vida, después la Federación Mexicana de Futbol (FMF) y luego decenas de supuestos amigos, que no aparecieron cuando dejó de jugar. El joven de la melena rubia terminó su carrera con cuatro cirugías de cadera (todas con contrato vigente), sin poder caminar y con una cuenta de un millón y medio de pesos en tratamientos, de la que su exequipo ofreció a pagar sólo 70 mil.
García llevó su caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), trabajó en conjunto con la Asociación Mexicana de Futbolistas Profesionales (AMFPro) y anotó cuatro nombres en la lista de máximos responsables: Rodrigo Ares de Parga, expresidente del Patronato del Club Universidad; Antonio Sancho, exvicepresidente de operaciones; y José Ramírez, que ocupó el mismo cargo en la gestión de Ares de Parga. El otro, aunque no lo dijo, formó parte del personal médico del club en 2010, cuando dio positivo en una prueba antidopaje.
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“Yo ya pagué, mi calidad de vida no va a volver a hacer la misma. Para todos los que siguen en activo, yo sólo les puedo decir que la FIFA y las leyes de México los respaldan. Si alguno de los jugadores de Pumas no lo hace por miedo, que no tenga miedo. Quizá yo ya no tengo nada que perder, porque ya lo perdí todo. Lo más valioso que tenía era mi carrera, y la perdí. Pero este tipo de casos no los podemos dejar impunes”, dice García en silla de ruedas, con una gorra puesta a la inversa y en compañía de sus abogados.
El último partido que jugó con Pumas fue el 10 de septiembre de 2017, en el Estadio Olímpico Universitario (0-2, contra Xolos de Tijuana). Para entonces, García acumulaba tres operaciones y estaba por volver al quirófano, producto de un desgaste en la pierna derecha y el poco tiempo de recuperación. “La cuarta rehabilitación la hice con pasantes que estaban en el club. Yo ya no confiaba en ellos, pero tenía contrato vigente. Cuando éste terminó, me dijeron que no entraba en planes, con seis meses todavía de rehabilitación”.
Las pruebas del canterano de Pumas llegaron a las oficinas del TAS, con una denuncia por negligencia médica y prejuicio laboral contra el club. El proceso, dicen sus abogados, puede durar hasta seis meses para conocer el fallo. “Estamos esperando que el club se haga cargo de la situación que vive el jugador. Él no va a volver a jugar futbol. Para poder caminar, necesita una prótesis. Buscamos justicia y un trato digno”, agrega Juan Carlos Vázquez, uno de sus representantes legales.
Para ‘El Tarzán’, como suelen decirle sus amigos cercanos, la silla de ruedas se ha convertido en una especie de guía, “porque en estos casos los amigos los cuentas con los dedos”. Hasta ahora, la única respuesta del club fue la de guardar silencio y respetar el proceso legal. Nadie lo llamó de ningún otro lado. No apareció la FMF, tampoco la actual directiva de Pumas ni los cuatro implicados en el caso.
“Rodrigo Ares de Parga nunca me dio la cara. Siempre me mandó con José Ramírez, el vicepresidente de operaciones. Y el señor un día me dijo: ‘ni modo, te tocó a ti, tuviste mala suerte. Si quieres demandar, pues demándanos’. Para mi cuarta cirugía, le solicité a Antonio Sancho realizar mi rehabilitación con médicos de mi confianza, pero no me fue concedido. A los 17 años, además, yo tuve un problema de dopaje por un medicamento que tomaba y que no fue reportado por el doctor. Me suspendieron seis meses. Y problemas parecidos enfrentaron después Gerardo Alcoba y Martín Bravo”.
La única ilusión que le queda a García es volver a caminar. Durante tres años, guardó silencio y aprendió a estar solo con su silla de ruedas. Después de reunir las pruebas, decidió hablar. Y hablando volvió a sentirse fuerte para pelear por sus derechos. Para decir las decir cosas que no se dicen y para que otros también lo pierdan.
Por Alberto Aceves