Un hombre levanta el teléfono para llamar a uno de sus mejores amigos, pero no le contesta. Intenta de nuevo porque su ADN no está compuesto de “darse por vencido”, pero corre la misma suerte. Varios intentos después, Hristo Stoichkov (Plovdiv, Bulgaria, 8 de febrero de 1966) deja el celular y acepta la nueva distancia que hubo desde entonces entre él y Diego Armando Maradona.
En el área, con los pantaloncillos cortos, Stoichkov sacó carácter y personalidad, muchas veces criticado por lo aguerrido de su futbol, pero el ganador de la Bota de Oro del Mundial de 1994 tiene otros triunfos y características más allá de la cancha y el balón. Los amigos, los goles y el tiempo le han dado al búlgaro la oportunidad de compartir más de su vida en su nueva autobiografía: hablar de la familia, los inicios e incluso de su distanciamiento con El Pelusa.
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Desde Miami, Florida, Stoichkov abre espacio en el tiempo, levanta el teléfono y comparte con El Heraldo Deportes un poco de las páginas en la vida de un hombre que vivió el comunismo, la fama y que disfrutó de un futbol en las calles, lejos de los cables, guiado por la disciplina y el respeto, aunque ésto no lo haya eximido de cometer errores.
El drama, según Stoichkov
No se llena de balón, pero dispara: “Nunca he sido doble cara con nadie. A todo le puse nombre y apellido”. La voz de Hristo Stoichkov toma la fuerza de aquella pierna izquierda que lo llevó a marcar época con el Barcelona dirigido por Johan Cruyff. La risa aparece espontánea, incluso también durante la lectura de su libro, al que le puso voz para llevarlo más allá del formato original, en un español fluido.
Hay cosas muy dramáticas, como que a un niño de 12 años le digan que no puede jugar futbol porque es muy malo. Llora y se pregunta ‘por qué eso pasa conmigo’”, cuenta Stoichkov y cambia de banda: “Cuando grabé el libro me reía porque dije: ‘caray cómo es posible que hable de esto’”.
Para el búlgaro de 54 años, el drama es necesario en la vida como un técnico que marca movimientos en el campo. “Sin drama difícilmente vas a aprender a vivir bien y hay que afrontar el drama para superarlo. Cuando era joven llegaba a casa y no había pan, ese era el drama: no hay pan, comemos patatas, comemos maíz, qué más da, vamos a sobrevivir, pero hay que superar esos ratos duros”.
Esos ratos y esos dramas también los vivió con Diego Armando Maradona, aunque poco pudo superarse. Stoichkov habla con la conciencia tranquila y lamenta la pérdida de un jugador inspirador, al que incluso la distancia no pudo quitarle la etiqueta de amigo.
Las distancias con Maradona
Hristo Stoichkov forjó una estrecha amistad con Diego Armando Maradona en España, cuando el búlgaro jugaba en el Barcelona y el argentino en el Sevilla, en la temporada 1992-1993. La relación se fracturó después. La fracturaron. El teléfono de Stoichkov dejó de transmitir la voz de El Pelusa.
“La amistad entre Maradona y yo nunca se compró y sigue hasta ahora. Algunas veces nos enfrentamos, discutimos, siempre tratamos de quitar lo malo, pero no pudimos”, revela. “Muchas veces discutimos un tema que a mí siempre me ha molestado: gente que él dejó acercarse que eran verdaderamente unos buitres, por comer, beber, ir de fiesta, ponerse el traje de decir ‘yo soy el amigo de Maradona’. Son una mierda y yo le dije muchas veces delante de ellos mismos”.
Esas malas compañías desaparecieron, pero demasiado tarde a entender del búlgaro. “De esos chicos que estaban ahí hace unos años con él, ayer (el día de su muerte) dónde estaban. El sonido del viento se los llevó. Si mañana te acercas a estos tipos no van a recordar ni quién era Diego Armando Maradona y eso yo no lo puedo permitir”.
Stoichkov y su familia visitaron un día la casa de Diego porque sus padres querían conocer al ‘10’ argentino. Él accedió. Esa anécdota queda en el corazón del búlgaro, que en la última conversación con Maradona le ofreció su hogar una vez más.
“La última vez que hablamos fue hace unos meses cuando estaba todavía dirigiendo en México y desde entonces no pude hablar porque la gente que estaba con él no le dejaba el teléfono o lo escondían, sabiendo que somos nosotros cercanos de él”, lamenta. “Le dije a Diego en algún momento: ‘tarde o temprano esta gente te va abandonar, no te van a cuidar’. Él decía que no era así, y le dije: ‘Diego en mi casa no hay llave. Para ti, para tu familia, para tus hijos, para tus nietos mi casa no tiene llave. Si llueve entras y no te mojas, si no hay pan, en mi casa tienes pan, pero no con esta gente”.
Stoichkov tenía a Diego en la esfera de los mejores amigos, por ello, pese a las diferencias, lamentó la pérdida de “un jugador inspirador, que salió del barrio, con un corazón muy grande”.
Nos dejó porque Dios lo decidió así. Está en un sitio más tranquilo, más alejado para que pudiera estar arriba y sin problemas. (...) Esa amistad quedará para toda la vida porque fue muchos años uno amigo de verdad como lo fue mi padre, mi abuelo o Johan Cruyff”, comenta con voz pausada, en un último pase de balón a El Diego.
El '8' domina la pelota
¿En tu libro dices que acumulas amigos?
Sí porque la vida es así y la vida hay que respetarla. Aquí donde trabajo somos amigos, somos una familia. Miro mucho a las personas a los ojos porque la mirada dice mucho y te dice con quién estar.
¿Quiénes son los mejores amigos de Hristo Stoichkov?
Son los que tengo en mi teléfono. Los que llamo a las dos, tres o cuatro de la mañana y contestan, esos son los verdaderos amigos. No son los que te dicen ‘vamos a ver’ o ‘llámame mañana’, no, esos no son amigos, esos no existen más, han pasado muchos por mi camino, han dejado de serlo (...) si no están en mi teléfono, si suena y no conozco el número, no contesto y digo: ‘un dolor de cabeza menos’. Los amigos están donde tienen que estar.
Los amigos a veces se pierden como los partidos o un balón.
Perder un balón es una situación entre muchos jugadores; perder a un amigo es uno contra uno con uno. Al balón lo puedo perder y después recuperar, pero la amistad no se recupera.
La clave de Hristo.
Para triunfar yo creo que hay que tener una familia estable, tranquila, bien cuidada, ordenada, yo así crecí con mi abuelo y con mi padre. Desgraciadamente hubo amigos que me aconsejaban cosas en mi vida futbolística, pero he intentado mantenerme y no alejarme del consejo de mi familia, porque son los más íntimos. Cuando me casé, muy joven a los 21 años, aprendí con mi mujer que debes tener respeto y hay que valorar las cosas importantes.
Además de la familia, ¿quiénes están detrás de ti?
La gente con más experiencia me ayudó muchísimo. Dentro de este libro les agradezco a mis compañeros, porque sin ellos hubiera sido imposible jugar bien o entender una táctica; imposible hacer un movimiento o ganar títulos. A mí me importa muy poco el Balón de Oro, la Bota de Oro, a mí me importaba más la amistad y nunca la compré, siempre lo demostré.
El futbol ha cambiado.
Nosotros jugamos en la calle, crecimos en los barrios con algún balón y 20 o 30 niños jugando. Eso ahora no existe. El tiempo pasado es mejor porque hoy todo es artificial, es como un búnker, no lo entienden, uno ahora se pone una camiseta y cree que la camiseta le vale para todo. Quiere decir que se olvidó del deporte y ahora su deporte es prácticamente el ordenador, cables que te dicen desde arriba lo que tienes que hacer.
¿Cómo se debe jugar en la vida?
Primero con respeto, mucho respeto. Hoy vemos a jugadores con mucha prepotencia. En mi vida utilizo mucho la palabra ‘yo’, pero no me gusta, pero sale sin querer, no sé cómo puedo cambiarla, porque cuando dices ‘yo’ es como si faltaras el respeto a mucha gente. Soy parte de este gran deporte, de esta gran familia futbolística, pero también de la sociedad (...) cuando tú respetas las cosas y los consejos que te dan es más fácil siempre.
Stoichkov en el tiempo
Stoichkov lleva su propio reloj. Un ritmo. Mide, organiza, ejecuta y anota, sin que ningún defensa lo altere. Sin ser individualista, prefiere tener el balón controlado, pensar y ejecutar. Y anota. Aunque ahora “aunque quisiera, ya no se pueden correr 50 metros a 100 por hora. Hay que bajar las revoluciones y ajustar la velocidad, digamos como como un coche de segunda mano”, dice, con una risas que rompen el tono serio.
"No puedes esperar a que tu tiempo o tu vida la tenga que marcar otra persona, tú debes estar consciente de lo que tienes que hacer y por eso me mantengo ordenado”, comparte, así, uno de sus mantras de vida que lo tienen en calma junto a su esposa, sus hijos y ahora una nieta que pasa tiempo con él en casa. El mejor título en el palmarés de Stoichkov.
La táctica y estrategia de la que muchos hablan, Stoichkov la aprendió después de los fallos. “Yo me equivoqué muchísimo en mi vida, pero sabiendo apretar los dientes. Cuando fallé pedí perdón, para mí era muy fácil porque lo entendí: pedir perdón es reconocer tu propio error”.
“Quiero que la gente sepa quién es Hristo Stoichkov, personas que incluso me han juzgado por cómo era dentro del terreno de juego, pero afuera es otra cosa ahí, en el cuadro verde debes tener carácter, personalidad y hacer las cosas bien. A veces sueltas alguna palabrota por aquí o por allá, pero ese es mi carácter ganador, por eso muchos han conocido una parte de mí, pero al leerme más allá del campo, algunas van a reír y algunas otras van a llorar”.
Después de esta autobiografía, Hristo Stoichkov piensa en explorar otros campos y comienza a calentar una posible película o serie que retrate de forma precisa este libro en la pantalla, atravesando el tiempo y con el respeto al balón, a ras de pasto por la vida. El teléfono de Stoichkov volverá a sonar.