Alejandro Palacios camina en silencio por Ciudad Universitaria. Observa sus manos. Piensa orgulloso en todas las cosas que ha hecho con ellas en este lugar, donde fue portero de Pumas. Recuerda el éxtasis de jugar los partidos, el sabor salino de la derrota, el sublime espectáculo de ganar uno, dos o más campeonatos. Pero ahora desde otro punto, como inspector de autoridad.
Una nueva grieta en el cielo redescubre la luna. Palacios ve que su destino, el Estadio Olímpico, está cerca. Extiende su mano. El reloj le dice que hay tiempo, pero no debe entretenerse. Reemprende el paso hacia donde está un grupo de personas con el chaleco azul de la Alcaldía Coyoacán. Adentro, los jugadores de Pumas y León disputarán la final. La misión de Pikolín es garantizar que los partidos se realicen de acuerdo con las normas recomendadas. Entonces, el ritual se cumple.
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Sus manos, sin embargo, permanecen inquietas. “No había regresado al estadio desde que salí de Pumas”, dice, y se le escapa la fecha. Ocurrió el 19 de febrero de 2017, en un empate entre los universitarios y los Xolos de Tijuana (3-3). Luego, su carrera siguió y terminó con el Atlético de San Luis. Nada, a pesar de eso, pudo quitarle el orgullo de haber sido campeón cinco veces (cuatro Ligas, incluído el bicampeonato de 2004; y un Campeón de Campeones) con el equipo de su alma mater. Mucho menos ahora.
Palacios camina de nuevo en la oscuridad. El paso es lento, pero genera un ritmo musical con el ruido de la grava. A diferencia de otro tiempo, su trabajo no le permite desatender llamadas o mensajes, porque en cualquier momento puede ocurrir algo. “No es un trabajo de 24 horas, pero te exige estar atento siempre. Mi labor es procurar que el espectador pueda ir tranquilamente a un evento deportivo. Garantizar la integridad física tanto de ellos como de los propios jugadores”.
“¡México, Pumas, Universidad!”, el sonido local hace su juego en el Estadio Olímpico Universitario. De pronto, Palacios recuerda sus días como portero, el calor de los partidos al mediodía con su hermano Marco. Y entonces sigue su paso. Descubre que es el inspector de espectáculos públicos de la Alcaldía Coyoacán y carga con un equipo a sus espaldas. Ese fue el pedido del alcalde Manuel Negrete, y el hombre lo entiende.
¿Más difícil ser inspector que portero de Pumas?
(Se ríe). Ojalá ser futbolista durara toda la vida. Pero el deporte de alto rendimiento es así: tiene un plazo y todo termina. Después del futbol, retomé mi carrera como Licenciado en Derecho. Hice especialidades, tomé seminarios en mi alma mater y traté de aprender de los que tenían más experiencia. Este es un trabajo más de escritorio. Perteneces a una alcaldía y coordinas con autoridades de la UNAM, la Policía Metropolitana, Protección Civil y del propio Gobierno.
¿Y qué pasa si no hay gente en los estadios?
Nosotros, como inspectores e integrantes de la alcaldía, sólo somos coadyuvantes. Quienes llevan totalmente el operativo son ellos. Es una labor de cooperación. A la demarcación de Coyoacán, pertenecen tanto el Estadio Azteca como el Estadio Olímpico. Es cierto, estamos en una situación atípica, pero mi labor es cuidar la integridad del público tanto dentro como fuera del inmueble. Por eso les pedimos que por favor no vengan, que no se reúnan, que esta vez sea viva de manera diferente, desde casa, por seguridad de ellos y nosotros.
¿Los aprendizajes del futbol son aplicables?
Ha sido fundamental todo lo que aprendí del futbol, porque también es un trabajo de equipo. Estar en el día a día, tener responsabilidades, lograr objetivos. Al final, siempre habrá puntos que mejorar. Pero esa formación te la da el deporte. Hasta ahora no he encontrado dificultades. Llevo apenas unas semanas y me gusta, aunque sea poco el tiempo.
¿Algún operativo especial para la final del domingo?
Sí, tenemos un operativo listo de sanidad, pero también el Gobierno, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Policía Metropolitana ya están implementando el operativo para el regreso de Pumas, en caso de que se dé el campeonato. Va a ser una final distinta. Lo mejor es que los aficionados se queden en casa.
Por Alberto Aceves