Cruz Azul perdió con Pumas, con sus fantasmas, con ese pasado que lo abate en momentos importantes y ataca el corazón de sus aficionados. Perdió como suele perder cuando juega el papel de favorito: sin alma, sin corazón, con rostros de incredulidad y de pánico escénico. La Máquina llegó a Ciudad Universitaria con ventaja de tres goles, una renta que pareció definitiva en la semifinal de ida ante los universitarios. Y que, sin embargo, fue una losa que cayó sobre sus hombros.
A las noches inverosímiles de Cruz Azul hay que sumarle ésta. Porque el único escenario posible para su eliminación era la hazaña de un equipo que nunca le había hecho cuatro tantos en una serie de liguilla. Pero ocurrió. Y eso ha sido la historia reciente de La Máquina: fracaso, derrota, una casa de brujas donde habitan fantasmas desde 1997, cuando ganó su última final de Liga ante el León.
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Juan Ignacio Dinenno fue hoy lo que en otros tiempos fueron también jugadores como Moisés Muñoz, Alejandro Glaría, Édgar Benítez y Humberto Suazo. Todos verdugos de Cruz Azul en encuentros definitorios, donde llevaba ventaja en el marcador. Dinenno marcó el primero (4') y el tercero (37') de los goles de Pumas, luego del segundo de Carlos González (41'). Y con él se vino abajo la supuesta mentalidad de hierro de una Máquina que sólo existió en el mote.
El milagro universitario ocurrió la noche antes de que su rival cumpliera 23 años sin un título. El 4-0, de Juan Pablo Vigón (89'), hizo ver a los universitarios como un equipo gigante, irrebatible, devorador en el ataque. Y, de paso, empequeñeció a uno de los llamados reyes del futbol mexicano; no por los tiempos de hoy, sino por los de antes. Por esos viejos héroes los 70 y 80, que convirtieron a Cruz Azul en La Máquina Cementera. A esa que hoy sólo le queda el nombre.
Pumas llegará a la definición por el título con el pecho inflado y el orgullo por delante. Convirtió una misión imposible en algo más simple. Olió el miedo, lo atacó y mostró lo que hay que tener para jugar esta clase de encuentros. Sangre, amor propio. Mentalidad.
AAH