Las últimas defensas de Mario Benedetti como portero tuvieron lugar en improvisados partidos entre intelectuales. En uno de ellos, Eduardo Galeano, “el hombre que era el mejor jugador de todos, pero sólo de noche mientras dormía” le marcó uno de esos goles que quedan marcados en una fotografía. “Lamentablemente -decía Mario- nadie ha dejado constancia de los balones que atrapé. Por eso, como todos los arqueros lo saben, nunca es noticia”.
Como Galeano y Horacio Quiroga, Benedetti compuso la triada de los uruguayos (y rioplatenses) que mejor supieron contar el futbol como un espejo de la vida. Es probable que a Galeano, en ese último gol generacional, la portería le pareciera pequeñísima. En cambio, para el guardameta Mario, la dimensión del arco lo hacía sentir como Gulliver en el país de los gigantes. La pelota entró por un costado y los dos sonrieron juntos, sin árbitros, sin aficionados, con sólo un par de testigos que los acompañaron.
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Galeano, el goleador imaginario; y Benedetti, el único filósofo y arquero del clan. Los dos fueron amigos en equipos rivales. Cuando sus compañeros mantenían la pelota lejos del área, Benedetti tenía tiempo de meditar y hasta de intuir que las glorias del mundo son efímeras. Lo hizo hasta el final de sus días. Pero nunca pudo olvidar aquel gol de Galeano, “el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país”. “¡Para colmo -decía- quedó registrado en una foto de ignominia!”.
Hoy, en el mundo, cientos de miles de aficionados al futbol celebran el centenario de su natalicio. Mario escribió novelas como ‘La Tregua’, que fue traducida en 19 idiomas y llevada al cine por Sergio Renán para dar pelea por un Oscar. Construyó cuentos para que los montevideanos de clase media se vieran representados con personajes. Y para que el futbol no resultara un escenario olvidado.
El futbol vivió en Benedetti, como vivió la música en Joan Manuel Serrat. “Me convertí en portero cuando tenía 12 años: un tipo, con una pata dura terrible, me dio un pelotazo en el estómago y me mandó adentro del arco. Ahí me desmayé”, sonreía. Y sonriendo vivió hasta los 88 años, cuando decidió irse de viaje (el 17 de mayo de 2009). Alguna vez tuvo sueños de futbol. Pero también pesadillas, por culpa de Galeano.
Benedetti y 10 frases sobre el futbol
- “Alguna vez tuve sueños de futbol, para qué voy a negarlo. Pero en realidad yo soñaba más con mujeres que con goles”.
- “A mí me gusta el juego de antes: era más lento, más creativo. No me gusta para nada el negocio que rodea al futbol, el de la FIFA, las millonadas que se pagan por los pases en España, por ejemplo, con toda la miseria que existe. Me parece un absurdo. Igual sigo viendo futbol. Eso sí, por televisión: a mis 76 años no me veo bajando a los saltos por la escalera de una cancha. Mi amor no llega a tanto…”.
- “Un estadio de futbol vacío es un esqueleto de multitud”
- “Gracias al futbol, los uruguayos nos hicimos conocidos en el mundo. La gente de otros lados no entendía cómo un país tan pequeño, que casi no sale en el mapa, era campeón. El futbol le hizo bien a Uruguay. Le dio importancia y personalidad”.
- “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios”.
- “El futbol ha interesado a todas las capas sociales, y es quizás el único nivel de nuestra vida ciudadana en que el acaudalado vicepresidente de directorio no tiene a mal hermanarse en el alarido con el paria social”.
- “Que un hincha de Peñarol se enamore de una chica de Nacional, o viceversa, puede originar resentimientos familiares de la envergadura, que los conviertan en los Montescos y Capuletos del subdesarrollo”.
- “Una vez, el padre del Che Guevara me contó que él atajaba para tener a mano esos inhaladores gigantes que se usaban antes. Él los ponía en el palo. Entonces, en cuanto lo necesitaba, se corría unos pasos y listo. Quizás yo fui arquero por la misma razón. ¡Ojo! No fui ningún futbolista destacado, nada más que jugaba con los amigos”.
- “Maradona es un gran jugador, lo que le está pasando últimamente me da mucha lástima. Lo veo muy frágil como ser humano. Además, habla demasiado y los periodistas están como buitres alrededor de él. Me da lástima por eso, porque lo veo como indefenso. A veces tiene un grado de inocencia que, a esta altura del siglo, es anacrónico. Si se callara, todo andaría mucho mejor”.
- “Un lugar común es que a los escritores no les interesa el futbol. Y a mí me ha gustado mucho desde siempre. Allá por los años 40, fui cronista de un diario de Montevideo. Iba todos los fines de semana al estadio a ver partidos de Nacional y Peñarol; después regresaba a la redacción y hacía crónicas humorísticas sobre los encuentros”.
Por Alberto Aceves