Messi. Siempre Messi. Si no estuviera él, el Barcelona no tenía cómo revertir la serie ante el Rayo Vallecano, en los octavos de final de la Copa del Rey (1-2). Con el equipo contra las cuerdas, el argentino reaccionó, empató y dirigió la remontada para avanzar a la siguiente ronda como visitante.
El Rayo puso a temblar al Barça con el gol de Francisco José García a los 63 minutos. Lo hizo después de soportar la presión, los embates y del desgaste de correr casi siempre detrás de la pelota. La sensación ganadora, sin embargo, le duró apenas un suspiro.
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Y fue así porque Messi, con el orgullo golpeado, tomó el mando del Barcelona y frotó la lámpara maravillosa. Consiguió el empate al 69’ y, en su papel de líder y genio, abrió el panorama para que Frenkie de Jong lograra la remontada en el cierre del segundo tiempo (80’).
La hazaña del Rayo terminó cuando Messi se sintió tocado. A partir de ahí, no tuvo más oportunidades de conseguir la victoria. De Jong fue simplemente el último eslabón de una noche en la que el 10 argentino volvió al rescate del Barça, en el momento que más lo necesitaba. Y cumplió.
El 10 cumplió su sanción de dos partidos de suspensión y confirmó que está de regreso.
AH