Jaime Lozano se convirtió, formalmente, en el director técnico interino de la Selección Mexicana a una semana para el inicio de la Copa Oro después de la destitución del argentino Diego Cocca. Tal situación funge como el pretexto idóneo para reconocer parte de la labor de este DT, quien tiene los pies en la tierra en función de sus deseos como entrenador nacional.
Los pobres resultados que México cosechó en los últimos cuatro meses hicieron que la Bomba Rodríguez tomara la decisión de despedir a Diego Cocca y colocar a Jaime Lozano como el entrenador interino de la Selección para la próxima competición. Ante ello, luce necesario conocer más del Jimmy a través de una entrevista exclusiva que El Heraldo Deportes realizó hace algunos meses.
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Los pies en la tierra para el entrenador nacional
Su gusto por el futbol viene desde los 4 años, cuando observaba a su familia jugar y patear una pelota. A partir de ahí, Jaime Lozano logró tener una conexión inaudita con este deporte, por lo que siempre tuvo claro que quería ser jugador profesional. El Jimmy entiende que el aprecio por la familia es el valor más grande, hecho que lo ha ayudado a tener la vocación suficiente no solo para aprender, sino también para enseñar.
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Potenciar sus habilidades como entrenador es una de sus prioridades y más desde su participación en los JJOO de Tokio 2020; y aunado a esto, considera que el crecer a través de un ambiente familiar un tanto famoso gracias a la influencia de sus padres le hicieron tener una niñez sumamente dulce, hecho que le hizo valorar cada una de las cosas que sus padres le entregaron considerando que es hijo único y los valores que “copió” en su hogar.
"Para donde viera era hacer ejercicio y deporte, toda mi infancia estaba persiguiendo una pelota y era en donde más feliz podía estar (...) Crecer en un ambiente lleno de celebridades fue fácil. Tuve una gran niñez porque fui el único hijo y siempre me hicieron sentir querido y apoyado. Al crecer con la fama te acostumbras o no lo ves tan distinto. Esto me ayudó a tener los pies en la tierra, pues mis padres son gente con valores muy claros y definidos, nunca vi que le faltaran el respeto a alguien", exclamó Lozano.
El amor por el deporte, en realidad, también derivó a raíz de su padre, el cual fue boxeador olímpico en México 1968. Jaime Lozano establece que la disciplina deportiva lo acompañó a lo largo de su infancia, y esto deriva de lo que hoy en día es como entrenador y lo que fue como jugador, más precisamente en los éxitos y los fracasos que protagonizó en el campo.
Jaime Lozano: sus virtudes como entrenador
Jaime Lozano sabe potenciar de manera espectacular el grupo de trabajo que tiene consigo gracias a su manejo, el cual se pudo reflejar con la medalla de bronce en Tokio 2020. Curiosamente, esta misma generación será la que tendrá para el inicio de la Copa Oro, hecho que podría traer consigo una serie de modificaciones en el parado táctico en relación a Diego Cocca.
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Construir un equipo fuerte y amplio tanto en defensa como en ataque, esa es la prioridad de Jaime Lozano desde su llegada como entrenador profesional. Para ello, el exfutbolista de la Selección Mexicana cuenta con personas cercanas a él que lo han ayudado en su camino y uno de ellos es, precisamente, el japonés Ryota Nishimura, quien como su auxiliar levantó el bronce hace un par de años en suelo nipón.
Su relación comenzó hace más de una década, cuando el mexicano conoció al japonés cuando este llegó en un intercambio de su país natal. Después de un periodo de amistad, Ryota tuvo su primera oportunidad como auxiliar técnico de Lozano en los Gallos Blancos para, a partir de ahí, convertirse en su fiel mosquetero gracias a su paciencia y pulcritud.
Él es Jaime Lozano, un seleccionador que fue cortado en el Mundial del 2006 y que, tras este brutal golpe, no se quedó en el olvido. A partir de ahí comenzó a fraguar una carrera deportiva que lo hizo campeonar en algunos equipos y que, ahora como entrenador, buscará mantenerse como el puesto de seleccionador azteca de cara al Mundial del 2026. Su siguiente objetivo es, sin duda, la consagración en la Copa Oro.