Martes 24 de Septiembre 2024
JUEGOS OLÍMPICOS

Michael Phelps: La historia de una leyenda olímpica que superó el TDAH

El atleta más ganador de los Juegos Olímpicos fue diagnosticado de pequeño con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Más que limitarlo, lo hizo mejor.

Michael Phelps, el Tiburón de Baltimore, fue diagnosticado con TDAH en sexto grado..Foto: EFECréditos: Foto: EFE
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Michael Phelps era un animal acuático. Se dice que fuera del agua era un muchacho descoordinado, distraído y sin ninguna gracia. En el agua fue un pez de 1.94 metros, con un tronco larguísimo, piernas insospechadamente cortas, pies notables y una extensión de brazos de casi 2.05 metros. También, un hombre con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) que se convirtió en leyenda.

Phelps, el Tiburón de Baltimore, es hoy el deportista olímpico más ganador de todos los tiempos, con un total de 28 medallas (23 de oro, la mejor marca). El retrato de su infancia puede encontrarse en una de las páginas de su libro No Limits: The Will to Succed, de puño y letra: “Tenía orejas grandes. Era escuálido. Me criticaban mucho”, dice, con dos detalles extra, extraídos de su libro anterior Beneath the Surface: My Story: “hablaba demasiado rápido y no miraba a las personas a los ojos cuando me hablaban”.

Desde kínder, los problemas de Phelps tenían que ver con la inatención. Alguna vez, una maestra se lo comentó a su madre: “Su hijo nunca podrá concentrarse en nada”. Se trataba, entonces, de un niño travieso que era capaz de encender todos los quemadores de gas, para que el olor molestara a sus compañeros de clase. Un niño capaz de inscribirse en un show de talentos de la escuela para hacer malabarismos, sólo para llamar la atención.

El Tiburón que no fue delfín

“No me podía quedar quieto. Se me hacía difícil enfocarme en una cosa a la vez”, recuerda, en Beneath the Surface. Cuando tenía siete años, los padres de Phelps se divorciaron. Era el tiempo en el que sus dos hermanas mayores nadaban en un club acuático de la localidad, por lo que su madre decidió que también él podía intentarlo. El Tiburón entraba por primera vez al agua, pero gritando, pataleando y mostrándole su furia más que su corazón.

“Puede que usted piense que el primer día que toqué el agua me convertí en algo así como un delfín y que nunca más quise salir de la piscina”, escribió en Beneath the Surface. Pero no. “De ninguna manera. Lo odiaba”. El odio, con la práctica, se convirtió luego en una zona de confort. Tan pronto descubrió la pasión por el nado, Phelps se sintió libre. “Podía nadar rápido en la piscina, en parte porque al estar dentro de ella mi mente se calmaba”.

Phelps fue diagnosticado con TDAH en sexto grado. Y, entonces, el niño que no podía permanecer quieto en clase, nadaba hasta tres horas en la piscina y se convertía en un nadador clasificado a nivel nacional, a los 10 años. A los 11, era Bob Bowman, el famoso entrenador de natación, el que se cruzaba en su camino. “Yo era el tonto y él era el capataz”, define Phelps, que superó todas las pruebas.

Incluida la del TDAH. Lo dicen sus 28 medallas en Juegos Olímpicos.  Y lo dice también su fundación, Michael Phelps Foundation, que busca ser un refugio para miles de pacientes con TDAH y dificultades de aprendizaje.