Rafael Nadal será recordado como uno de los mejores tenistas de la historia y el mejor en tierra batida. Prueba de ello son sus títulos de Grand Slams, pero sobre todo sus 12 Roland Garros, marca que difícilmente algún tenista en el futuro pueda lograr.
El camino de Nadal para llegar a la cúspide del tenis mundial fue duro y hasta doloroso. Fue su tío Toni Nadal quien le enseñó todo lo que terminó por demostrar durante sus más de 15 años de carrera activa como profesional.
Ejemplo de garra, perseverancia, entrega y evolución conquistó el mundo del tenis desde sus 19 años con su primer título de Roland Garros en la recordada final ante el argentino Mariano Puerta. A partir de allí, nadie se ha olvidado del apellido Nadal y nadie lo hará.
Un duro camino a la gloria
Desde pequeño, Rafa fue tomando una raqueta de tenis hasta convertirla en su principal aliada para enfrentar a cuanto rival se le ha puesto en el camino. Claro, el camino no fue sencillo, ni siquiera en sus comienzos.
Tío Toni siempre fue estricto en los entrenamientos de su sobrino. Conocidas son las historias de que Nadal es diestro, pero desarrolló la zurda por recomendación de su pariente; hasta incluso las prácticas con pelotas malas, en pistas dañadas y con sesiones de trabajo hasta altas horas de la noche.
Así fue creciendo la perseverancia y el esfuerzo del joven Rafa. También fue cambiando su gusto por la superficie. Porque así como es ganador de 12 torneos de Roland Garros (el Grand Slam de tierra batida por excelencia), cuando era chico no le gustaba jugar en esta superficie. “La verdad es que a mí me gusta más pista cubierta o hierba que jugar en tierra”, supo decir cuando tenía 16 años.
El día en que supo que sería número uno
Las exigencias de Toni también se contrastaron con ciertas actitudes propias para que pudiese ver a su sobrino ganar como sea. En alguna entrevista, el entrenador supo decir que “si algún día todo iba mal, él haría llover para que el encuentro sea suspendido”.
Pero un día, la mentalidad de Nadal empezó a dar sus frutos y ese día fue cuando su tío Toni se dio cuenta del fenómeno que creó y que sería campeón de todo.
Un día de tormenta, Nadal ganaba 5-0 y empezó a llover con más fuerza. Rafa se dirigió a su tío y le dijo: “Oye, Natali (como le llamaba), ¿puedes parar la lluvia? Creo que a este tío le puedo ganar”.
Esa misma frase se asemeja a una que le dijo durante la final de Wimbledon 2008, en la cual derrotó a su eterno rival, el suizo Roger Federer. “Ahora no es el momento de hacer llover”, manifestó.
Ese es Rafael Nadal. Un mallorquín que quedará para siempre en la historia del deporte español y mundial. Símbolo del tenis y “aguerrido” por antonomasia.