Las expulsiones tienen otra dimensión cuando se trata de Lionel Messi. La última vez que el argentino recibió una tarjeta roja ocurrió en un partido de Segunda División B, entre el Peña Sport y el Barcelona B. Pasaron 15 años desde entonces. Por eso no están común observar al 10 abandonar el campo antes de tiempo. Pero, en el futbol, esas cosas ocurren.
Messi no sólo dejó de sentirse en Barcelona el héroe infranqueable. También, dejó de ganar títulos en finales que antes dominaba de principio a fin. O, por lo menos, en las que era el principal referente en el campo. Tras su ruptura con la dirigencia blaugrana, el capitán del Barça se expuso a los malhumores de los aficionados del club.
Seguir leyendo ...
Y, entonces, perdió ese halo que lo había blindado desde su llegada a España. Hoy, con todos esos antecedentes, Messi recordó lo que es salir de un encuentro por decisión del árbitro y no de su entrenador. A su vez, volvió a sentirse derrotado en un torneo oficial con el Barça: la Supercopa de España, que antes solía ganarla de taquito.
Ante el Athletic de Bilbao, el argentino mostró su furia y desazón. No pudo marcar goles, aunque provocó espacios para sus compañeros. No fue determinante, pero intentó lograr algún truco de magia. Y, sin embargo, la contundencia estuvo del otro lado. Óscar de Marcos (42’), Asier Villalibre (90’) e Iñaki Williams (93’) detuvieron el corazón del Barça y provocaron el descontrol de Messi.
Dominado por la frustración, el argentino lanzó un derechazo, al estilo Mike Tyson, para dejar en el camino a uno de sus rivales. Pero, a los pocos minutos, el VAR lo desnudó. Y tuvo que irse como pocas veces se le vio en España: sin título y con una tarjeta roja sobre la espalda. El futbol, dicen algunos, es un estado de ánimo. Y Messi lo comprobó 15 años después.
AH