A Lionel Messi le colmaron la paciencia. Los medios partidistas, los directivos del Barcelona, los malos manejos del club, los rivales. El entorno de presión que lo expulsa de un club al que aprendió a querer desde chico. Todo, a pesar de ser el mejor en la cancha. Y eso ha terminado con la tranquilidad del 10. Y se nota.
Los focos de atención estaban puestos en Messi desde el arranque del partido de este domingo contra el Athletic de Bilbao. No por ser el genio de la pelota, sino por el morbo, las reacciones y el malestar que pudo haber generado la filtración de su contrato en uno de los principales diarios españoles.
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Y Messi, por el contrario, se dedicó a jugar. Metió el 1-0 del Barça, encontró espacios para el 2-1 de Antoine Griezmann y trató de irse limpio del Camp Nou, con los tres puntos en la bolsa pese al autogol de Jordi Alba. No obstante, olfateando su sangre, el técnico Marcelino García Toral lanzó un comentario al aire que enganchó al argentino.
“¿A quién te comiste?”, le respondió Messi.
Entonces, hambrientas de cualquier señal de disgusto, las cámaras de televisión apuntaron hacia el 10, cansado de las provocaciones. El capitán del Barça, tantas veces idolatrado y respetado por sus rivales, más reaccionario que nunca por su momento personal.
No hubo más detalles explosivos después de eso. Sólo una caminata larga hacia el vestuario y un regreso a casa en silencio, después de días de convulsión interna en el viejo héroe de la ciudad.
AH