Tic-tac, tic-tac. Era solo cuestión de tiempo para que la bomba explotara, la tragedia estaba anunciada y no se pudo evitar: el 5 de marzo quedará marcado en el calendario mexicano como uno de los días más oscuros en la historia del deporte, luego de la brutal pelea campal entre los aficionados del Atlas y del Quéretaro en el Estadio Corregidora, incluso la onda expansiva alcanzó Europa y Sudamérica.
Repentinamente, un partido de futbol en México pasó de ser un espectáculo familiar y una válvula de escape, a una misión de guerra en la que se tiene que caminar por un campo minado con cautela para evitar una detonación como la del pasado sábado que, según datos oficiales, dejó un saldo de solo 26 heridos, aunque fuentes extraoficiales informan que sí hubo fallecidos.
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“¿Qué clase de animal va a un campo de fútbol a desnudar y matar a una persona, solo porque lleva una camiseta diferente de la suya?”, escribió Mister Chip en Twitter.
De cualquier forma, el templo del futbol casi se convierte en un panteón, la algarabía se transformó en gritos de terror y las crudas imágenes que circularon en redes sociales solo dan fe de la atrocidad de los actos: personas golpeadas hasta perder la consciencia y padres corriendo con sus hijos para protegerse, no queda más que sensación de que ‘la pelota se manchó’.
Bien dicen que el que no conoce su historia está condenado a repetirla y en esencia fue lo que sucedió, hubo fuertes señales de alerta que no interpretamos oportunamente para establecer medidas de seguridad más severas, mensajes que aluden a la narcocultura y que son más graves de lo que parecen. Esa parte de la idiosincrasia mexicana se ha normalizado.
“Ya pronosticábamos un poco esta cuestión de la violencia. Detecté tres indicadores de un ambiente muy tóxico que finalmente ayer se cumplió: el grito homofóbico, las narcomantas que usaron los grupos de animación en Monterrey imitando a los carteles para amenzar a jugadores y las cabezas simbólicas del entrenador y directivos, así como hacen los carteles. Vimos una especie de narcocultura con estas barras” explicó en entrevista exclusiva con El Heraldo Deportes el Dr. Hugo Sánchez Gudiño, catedrático e investigador de la UNAM.
Aparecieron los viejos fantasmas, nunca se fueron. Los hooligans cambiaron de país, de nacionalidad y de equipo, sin embargo, siguen entre nosotros, de hecho, se sospecha que esta vez acompañados de integrantes del crimen organizado.
“Se presume que hay gente de la delincuencia organizada en las porras, en la de Atlas el cártel de Jalisco nueva generación, mientras que en el Querétaro el de Santa Rosa de Lima”, completó Sánchez, quien lleva más de dos décadas trabajando con el tema.
¿Es posible acabar con las barras en en futbol mexicano?
A finales de la década de los noventa y por cuestiones estrictamente económicas, el Pachuca fue el primer club en México que estableció una barra, tomando un modelo argentino de fiesta y carnaval en la tribuna que funcionó en toda la liga, pero que se salió de control.
En en ese sentido Mikel Arriola, presidente de la Liga MX, reveló que las barras visitantes ya no podrán entrar a los estadios y se especula que gradualmente se borrarán a estas porras, aunque el Dr. Hugo tiene sus reservas.
“El tema es delicado porque ya se ha querido erradicar a estos grupos, el problema es que son inherentes al espectáculo, al marketing del futbol. Entonces no veo que esta industria tenga elementos que sustituyan a esos grupos. Eliminarlos de tajo sería un disparo en el pie que se darían los directivos”, concluyó.
Por Dave Ramos, con agradecimiento especial al Lic. Mario Efraín López y al Dr. Hugo Sánchez Gudiño.