El boxeo mundial vivió una jornada que quedará grabada en la memoria, y Guatemala estuvo en el centro de esa historia. Mientras Terence Crawford derrotaba a Saúl Álvarez para proclamarse campeón indiscutido en peso supermediano, otro nombre chapín se hacía sentir en el Allegiant Stadium: Léster Martínez, que empató con el invicto francés Christian Mbilli en una batalla feroz.
Ambos episodios tienen un denominador común: Esaú “Easy” Diéguez, el entrenador guatemalteco que salió de Huehuetenango con un sueño y terminó convirtiéndose en una figura clave de la élite mundial. Desde la esquina de “Bud” hasta la preparación de Martínez, su influencia fue decisiva en dos momentos que colocan al boxeo chapín en el radar internacional.
Lo que parecía imposible hace apenas unas décadas se concretó en una sola velada: Guatemala no solo tuvo representación, sino protagonismo. Y el arquitecto silencioso de esa gesta fue Diéguez, un hombre que transformó las derrotas de su juventud en la fórmula para forjar campeones.
De Huehuetenango al corazón de Las Vegas
Nacido en Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, Diéguez fue boxeador amateur en su país y tres veces campeón nacional. Pero su camino tomó un giro inesperado al emigrar a Estados Unidos en los años noventa. Trabajó en empacadoras de carne en Nebraska, aunque nunca soltó su pasión por el boxeo.
En Omaha conoció a Brian “Bo” McIntyre, con quien fundó la B&B Sports Academy, un gimnasio comunitario donde apareció un adolescente que cambiaría sus destinos: Terence Crawford. Lo que empezó con sesiones de sparring se convirtió en una relación de más de 25 años que llevó al estadounidense a ser triple campeón indiscutido y considerado uno de los mejores libra por libra del planeta.
Te puede interesar: Inoue domina a Akhmadaliev y sigue imbatible en peso supergallo; mexicano sería su próximo retador
La noche que cayó Canelo y brilló Crawford
El 13 de septiembre en Las Vegas, Terence destronó a “Canelo” Álvarez y lo dejó sin cinturones por primera vez en una década. A sus 37 años, el estadounidense mostró un boxeo preciso, implacable, que confirmó su legado histórico. Y detrás de ese triunfo estuvo Diéguez, quien junto a McIntyre diseñó la preparación que anuló al mexicano.
El nuevo campeón indiscutido mismo lo reconoció: “Mis coentrenadores Esaú Diéguez y Brian McIntyre son inmejorables; ellos me dan la fórmula para entrar ahí y ganar”. Palabras que revelan el peso del entrenador guatemalteco en una de las victorias más resonantes del boxeo moderno.
Léster Martínez: orgullo chapín en la misma cartelera
Mientras el púgil estadounidense levantaba los brazos, otro guatemalteco se ganaba respeto: Léster Martínez. El púgil petenero empató con Christian Mbilli, un supermediano invicto y de los más temidos del momento. El resultado fue celebrado como un hito nacional, porque nunca antes un peleador guatemalteco había llegado tan lejos en una cartelera de esta magnitud.
La preparación de Martínez también estuvo en manos de Diéguez y Héctor Arriola, quienes lo integraron a los campamentos de Crawford para darle roce y experiencia de élite. Aunque no ganó, Martínez dejó claro que Guatemala tiene boxeadores listos para competir en la cima.
El arquitecto invisible del boxeo chapín
La figura de Esaú Diéguez se multiplica en cada esquina: ajusta combinaciones, diseña rutinas y enseña disciplina en un deporte donde los triunfos se cuentan con sangre y paciencia. Su historia es la de un migrante que salió con sueños modestos y terminó en lo más alto del boxeo mundial.
“Yo vengo de un pueblo muy pequeño que nunca pensé llegar lejos, pero Dios ha sido muy grande, ha exagerado en bendecirme”, confesó el entrenador, emocionado tras la velada en Las Vegas.
Esa noche no solo coronó a Crawford ni dio brillo a Martínez: abrió una ventana para Guatemala en escenarios donde antes parecía imposible competir. Y en cada round, en cada ajuste técnico, estuvo la huella de Diéguez, el hombre que soñó con ser campeón y terminó forjando campeones.
