“La Comisión de Árbitros anuncia la baja definitiva de Adalid Maganda”, dice la televisión. El titular contiene una contradicción aparente: une los eslabones, pero no cierra el círculo. Es como la serpiente que se muerde la cola. El árbitro afromexicano fue despedido por medio de un documento, en el que se le acusa de “no cumplir con los compromisos establecidos con la Comisión”. Pero él asegura que “nada, absolutamente nada, es lo que parece”.
La última vez que se le vio en un campo de juego fue el pasado 10 de enero en el Estadio Nemesio Díez. El partido de la sentencia entre el Toluca y el Querétaro. Ahí, Maganda falló tres veces, según el presidente de la Comisión, Arturo Brizio: “En dos de ellas, lo corrigió el VAR”. Y eso derivó en “la calificación más baja que hemos puesto en años”, en el análisis interno del gremio arbitral.
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Maganda dice que Brizio no se ha presentado en las instalaciones de la Federación Mexicana de Futbol “desde hace más de un año” y que todas las decisiones “las toman sus subordinados”. Brizio, en cambio, asegura que Maganda “no tiene ningún compromiso con su carrera”, pues “cuando le dimos la oportunidad, el arbitraje fue desastroso”. Tampoco le preocupa que el silbante interponga una denuncia en la FIFA por discriminación y despido injustificado: “Los chantajes se acabaron”.
El árbitro de piel morena reconoce que guardó silencio y que “antes no hablaba por miedo a que me corrieran”. En 2018, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) abrió un expediente en contra del presidente de los silbantes mexicanos por comentarios despectivos contra sus raíces. “¿Por qué no me dan juegos?”, cuestionaba él. “Por pinche negro”, dice que le respondía.
La situación produjo una huelga de hambre afuera de las instalaciones de la FMF (por 24 horas), hasta que consiguió ser reinstalado. De ese tiempo a la fecha, la Comisión de Árbitros asegura que Maganda no aprobó dos pruebas físicas, mantuvo “niveles deficientes en el manejo de partidos” y mostró “una actitud negativa y amenazante” durante los cursos de capacitación con el VAR.
También, el organismo presidido por Brizio agrega el episodio en el que su ex agremiado pitó un partido en la Liga Amateur de Ixtapaluca sin su consentimiento, en medio de la emergencia sanitaria. “Lo único cierto es que sí estuve en un partido de liga amateur, porque no me daban continuidad y estaba desesperado. Pero nunca me invitaron a ningún curso del VAR. Eso es mentira. No recibía el mismo trato que el resto de árbitros”, sostiene Adalid.
A las capacitaciones, sin embargo, dice Brizio que no se invita, porque “son obligatorias”. Maganda salió como cuarto oficial en varios partidos de Liga de Expansión y luego en la Liga MX. En agosto de 2019, el juez fue investigado por supuestos insultos contra jugadores en el partido entre Atlas y Pachuca, de la categoría Sub 20. “Esa vez, me levantaron una calumnia”, explica. “Desde que pasó eso, dije: ‘estos no me van a dejar en paz hasta que me vuelvan a correr’. Pero no se les va a hacer”.
Al teléfono de Adalid se han comunicado árbitros en activo y retirados. Entre ellos, Roberto García Orozco, uno de los principales opositores de Brizio desde que tomó el cargo, el 5 de junio de 2017. El ex silbante le dijo a su colega que, si tiene que salir a hablar, lo hará, “porque él sabe muchas cosas de la Comisión”. Entre esas cosas, según dice, están los malos manejos dentro del organismo: “los amiguismos, las designaciones arbitrales según cómo le caigas al comisionado, incluso en los partidos que se cancelan”.
El caso es llevado por sus abogados en las instalaciones de la FMF, donde este jueves celebraron una audiencia. Ahí estuvieron los representantes legales de la Federación, para resolver su situación laboral. Para Brizio, sin embargo, no hay camino de vuelta: “Él tendrá sus vías. Si acude a la FIFA, seguiremos tranquilos. No vamos a ceder a ningún chantaje”.
Los caminos cerrados incluyen las llamadas telefónicas, uno de los últimos recursos de Adalid. “Le marqué más de 10 veces, pero no me da la cara. Vamos a llegar hasta las últimas consecuencias”. A veces, raras veces, alguna decisión del árbitro consigue probar su inocencia.
Por Alberto Aceves