Juan Reynoso (Lima, Perú, 1969) no debía subir a ese avión en 1987. Su vuelo estaba reservado para enero de 2021, de Perú a México otra vez, después de la llamada para ofrecerle a un equipo con la moral lastimada y potencial guardado que sacó a relucir como técnico, tras hacerlo como el último capitán de Cruz Azul en levantar un título de Liga hasta antes del 30 de mayo de este año, cuando consiguió espantar los fantasmas de La Máquina y devolverle la vida de campeón.
El Cabezón, como le llaman, tiene la mente llena de reflexiones, ideas y convencimientos que pudo compartir con un equipo al que también liberó de la presión que le generaba la historia: los casi 24 años de sequía que lo convertían en el blanco de burlas hasta en los diccionarios.
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Orden y liderazgo sin aspavientos. No infundó nada que no hubiera demostrado en el campo, como jugador. Predicar con el ejemplo fue clave para tocar el corazón y la mente de sus futbolistas y los guiara por un torneo al que llegó casi como emergente para darle la novena estrella.
El vuelo de Reynoso no era aquel de 1987. Su cita estaba programada en el Estadio Azteca, para ser el hombre tocado por los dioses incas que exorcizara a un equipo perseguido en últimos tiempos hasta por la justicia, ante los delitos que se le imputan a Billy Álvarez, expresidente del club.
El sobreviviente
Una lesión le salvó la vida a los 17 años. Aunque hizo pruebas físicas el mismo día del viaje con el Alianza Lima, no se recuperó. No subió entonces a ese avión Fokker AE27 de la Marina de Guerra, que se desplomó el 8 de diciembre de 1987, en el Mar de Ventanilla, y que dejó 43 fallecidos. Se convirtió así en el símbolo de aquel equipo, de aquellos que ya no estaban, y tomó la capitanía antes de cumplir los 20.
Aquel club le dio más que una carrera en el futbol: ahí conoció a su esposa, con quien se casó a escondidas para desafiar a un suegro militar; lo llevó a la Selección de Perú, a probar suerte en Europa con el Sabadell de España y a conocer el enojo de la afición cuando fichó con el archirrival, el Universitario, con el que fue campeón antes de venir a México, en 1994, para conocer al otro amor de su vida: el Cruz Azul.
Jugó ocho años con La Máquina. Fue parte de la última etapa de títulos del equipo, con una Copa del futbol mexicano, dos de Concacaf y el título de Liga en 1997, además del subcampeonato en la Copa Libertadores de 2001.
Su carácter lo llevó a morirse con la suya siempre. Y le dio resultados más tarde. Por defender a los más jóvenes de aquel equipo celeste dirigido por José Luis Trejo, abandonó las filas cementeras para enrolarse con el Necaxa, donde más tarde colgaría los botines para seguir con su rol de líder, pero ahora desde el banquillo, donde encontró fórmulas para contrarrestar fuerzas sobrenaturales.
Un cazafantasmas
Las ideas de Reynoso se plasmaron en el pizarrón por primera vez en el Necaxa, donde comenzó su carrera como técnico, recién retirado, pero sin un rol protagónico y de paso breve. Volvió a Perú para volver a los orígenes y labrar su camino en el banquillo. De inmediato combatió fantasmas.
Tomó las riendas del equipo Coronel Bolognesi de su país, un club modesto que nunca había sido campeón en la Liga local, hasta que llegó Reynoso en 2007, con la encomienda de salvarlo del descenso, pero lo llevó a su primer título en su historia tras 78 años de existencia y a calificar por primera vez a una Copa Libertadores.
Emigró después al Universitario, con quien fue campeón por primera vez como jugador y lo hizo también como técnico, comandando al club a terminar con nueve años de espera para volver a ser monarca peruano, en 2009.
Vinieron momentos de mala racha cuando dirigió al Juan Aurich y Sporting Cristal de su país, para después hacer frente a la sequía de un nuevo equipo, el Melgar, que tras 34 años sin campeonar pudo levantar el título de la Liga peruana en 2015.
Tras su paso por el Garcilaso y el Puebla —equipo en el que dejó bases con un plantel modesto— llegó casi de emergente al equipo que lo enamoró: el Cruz Azul, un sueño hecho realidad, frente a un reto trasladado tantas veces a la ficción.
Reynoso, el rey azul
"Si ven fantasmas que mal por ellos, nosotros llegamos bien tranquilos”, dijo Juan Reynoso en la antesala de la gloria. La personalidad del técnico peruano está centrada en el pensamiento introvertido, intuitivo. El silencio le acompaña en sus charlas técnicas consigo mismo, en el análisis y plantado en una realidad distinta a la de muchos, en la que no están fundamentadas las maldiciones ni las ‘cruzazuleadas’.
Así, rodeado de quietud, esperó la oportunidad de llegar a un Cruz Azul sin técnico a finales de diciembre de 2020, pero casi al final de una lista con candidatos que atraían el ruido de las masas: Antonio Mohamed, Matías Almeyda, Hugo Sánchez… hasta que llegó la ansiada llamada.
Cuando terminé mi etapa cómo jugador de Cruz Azul mi sueño siempre fue volver como técnico, directivo, lo que fuera. Pasaron los años y no llegaba la oportunidad. Con Puebla hicimos un trabajo bueno, pero me dieron las gracias y tuve que volver a Perú. Sabía que Cruz Azul no tenía técnico y nunca pensé que me fueran a llamar, tenía una oferta en puerta cuándo se comunicó conmigo la nueva directiva, enseguida dije que sí y al colgar lloré de emoción, mi sueño se cumplió", reveló a Radio Lima previo a la final.
Y empezó su etapa con dos derrotas al hilo en el inicio del Guardianes 2021, con críticas azules y de otros colores, opacadas con la luminosidad discreta del técnico y un equipo que convenció de ir despacio, un partido a la vez, hasta conseguir el récord de 12 victorias al hilo, nueva marca para el club cementero e igualada en la Liga MX junto a Necaxa y León. Ahí la historia empezó a tomar tonalidades celestes.
El liderato y una pronta calificación a la Liguilla volvieron a ilusionar a una afición herida, emocionada con cierto recelo para no volver a caer en la decepción, que se asomaba nuevamente después de caer 2-1 ante Toluca en la ida de los cuartos de final, pero ahuyentada con el 3-1 en la vuelta, el triunfo en semifinales contra Pachuca y la victoria en la final de ida contra Santos.
Juan Reynoso no debió tomar ese avión en 1987, porque su cita estaba en México, una noche de domingo en mayo de 2021, para ahuyentar los fantasmas con un Cruz Azul lleno de vida.
“El silencio sabe a estrellas”, dice la canción. Dos de las nueve que ahora tiene La Máquina en su escudo están iluminadas por la estela de un introvertido Juan Reynoso, el nuevo rey azul.
-Por Francisco Domínguez