Los resultados rubrican partidos, pero esconden historias. No cuentan, por ejemplo, si tras la opulencia de una goleada hay pequeñas victorias que ocurren del otro lado. Y las hay. Al menos para una selección ilustre en las derrotas como San Marino, 209 del ranking FIFA que contempla a 210 combinados nacionales, y que el pasado domingo marcó su primer gol oficial después de dos años ante Polonia, en las eliminatorias mundialistas del futbol de Europa.
Uno de los países más pequeños del mundo -con sólo 34 mil habitantes, según el último censo oficial- tiene un equipo de 30 futbolistas aficionados que ganó un partido por última (y única) vez en un amistoso ante Liechtenstein (1-0) en abril de 2004.
Los sanmarinenses cuentan con su propia liga de futbol y selección nacional, también con una federación -la Federación Sanmarinense de Futbol (FSGC)- que nació en 1931 y fue reconocida hasta 1988 por la FIFA y la UEFA, pero su felicidad no termina ni empieza con un resultado.
“De vez en cuando se presentan oportunidades”, dice Pierangelo Manzaroli, técnico del equipo nacional. “Si Brasil recibió siete goles en la semifinal de un Mundial de futbol, ¿por qué no nos puede pasar a nosotros cuando jugamos con Francia, Inglaterra o Alemania?”.
En 2016, los alemanes vencieron a San Marino con la diferencia más amplia en un clasificatorio para la Eurocopa (0-13). Después vinieron más derrotas sonrojantes: 10-0 contra Polonia rumbo al Mundial de 2010 y 11-0 ante Países Bajos en los meses previos a la Euro 2012.
Los sanmarinenses integran el último país perteneciente a la UEFA en cuanto al número de población se refiere: ocupan el lugar 54 de 55, sólo por delante de Gibraltar, que cuenta con 29 mil 500 ciudadanos. En su actual equipo, sólo los porteros Alex Stimac y Aldo Simoncini han jugado a nivel profesional, en la segunda y tercera categoría del futbol de Italia.
El resto de sus componentes son una mezcla de estudiantes, farmacéuticos, operarios, electricistas, corredores de seguros y empleados bancarios. Andy Selva, retirado en 2018 y hoy con 45 años, es el máximo goleador en la historia de San Marino con ocho anotaciones en 73 partidos.
El número cobra otra dimensión si se considera que la selección sólo ha marcado 26 goles desde su debut en 1990.
“Después del último silbatazo, empecé a pensar en qué fue lo que hice. Mis compañeros me abrazaron y sentimos que era algo histórico”, recuerda el delantero -el único en marcar más de dos goles con su país- en una entrevista documentada por la BBC en octubre de 2014.
Según datos de la FSGC, la organización cuenta con alrededor de 1,800 jugadores inscritos, entre equipos de futbol sala, juveniles, futbol femenil y varonil. Además, de los 450 elementos que participan en su liga no profesional de 15 clubes, sólo 100 están en posesión de un pasaporte y menos de un puñado juegan en las ligas inferiores del futbol de Italia.
“Lo que nos falta son conocimientos técnicos, tácticos y de gestión que nos permitan mejorar la calidad general de nuestro futbol. Hasta hace un tiempo, jugar con las grandes potencias era sólo un motivo para intercambiar camisetas”, escribe por correo electrónico Franco Varrella, exseleccionador nacional.
Algunos de los malos cuentos de futbol -sostiene el escritor argentino Eduardo Sacheri- cuentan quién ganó y quién perdió, pero dejan fuera las formas de sentimentalidad y de humanidad que se están poniendo en juego. En el cuento de San Marino, el resultado no importa. Sus médicos, electricistas y estudiantes entienden que el futbol, para empezar, es un juego. Y que tener un juego que te acompañe toda la vida es un motivo para ser felices.
Pobre del que no juegue a algo, pero más aún el que confunda ganar o perder como una cuestión religiosa.
En este país chiquitito, uno de los grandes pilotos de la Fórmula 1, Ayrton Senna, sufrió un accidente mortal del lado italiano de la frontera, en Imola. El circuito, sin embargo, quedó asociado a San Marino que, por entonces, era beneficiado con el turismo generado por la competencia.
En el fondo, las derrotas ayudan a comprender nuestra propia historia. Y para eso, entre otras cosas, está el futbol.
Desde su único triunfo ante Liechtenstein, la Serenissima -como se le conoce popularmente en Europa- ha acumulado 109 derrotas (de 170 totales en 177 partidos oficiales) y tres empates. Además, tiene un registro de 750 goles en contra y sólo 26 a favor, el último de ellos de Nicola Nanni, en las eliminatorias europeas ante Polonia, el domingo pasado (1-7).
La liga de futbol sanmarinense consta de 15 equipos, no tiene ascensos ni descensos, el nivel es amateur y sólo pocos jugadores reciben un salario. Teniendo en cuenta que cada plantel debe contar en promedio con 30 elementos, y que la población del país ronda los 34 mil habitantes, la probabilidad de ser profesional es bastante alta.
Lo mismo si se quiere ser presidente, pues, desde la constitución de 1601, sus ciudadanos eligen a dos representantes cada seis meses, en un sistema político parlamentario inspirado en la era de los cónsules de la Roma clásica.
“Marcar un gol o salir aplaudidos por los que aprecian nuestro esfuerzo es nuestra mayor victoria”.
En la frase del técnico Pierangelo Marzolini hay una simplificación discursiva y simbólica de lo que pasa en el futbol. Cuando se apela a la figura de un iceberg, se suele decir que el 90 por ciento sumergido es lo negativo. En el caso de San Marino, el 90 por ciento que no se ve es lo que más le gusta. Perder con una buena jugada, un aplauso o algún gol de visita.
El resto, que es más visible, tiene que ver con la épica de ganar alguna vez. Pero esa sensación todavía no existe.
Por Alberto Aceves