Las historias que combinan fútbol y vida personal muchas veces terminan siendo las más emotivas. Así fue el reciente capítulo que escribió Ignacio Rivero, capitán de Cruz Azul, quien vivió dos días marcados por el amor, pero llenos de intensidad. En un lapso de apenas 48 horas, el uruguayo pasó de convertirse en padre por primera vez a levantar un trofeo con su equipo.
El escenario fue inmejorable: la Final de la Copa de Campeones de la Concacaf ante Vancouver Whitecaps. Él no sólo fue titular, sino que abrió el marcador en una goleada que terminó dándole el campeonato al conjunto celeste. Pero detrás de ese rendimiento sobresaliente, hay una historia de sacrificio, resiliencia y pasión por el juego.
Con apenas tres horas de sueño, el futbolista de 33 años se presentó con sus compañeros para enfrentar la cita más importante del semestre. Todo eso, después de pasar la noche acompañando a su esposa durante el parto, cumpliendo así dos de los sueños más grandes de su vida: ser padre y campeón.
La emotiva historia de las últimas 48 horas de Ignacio Rivero
Todo comenzó la noche previa al partido, cuando su esposa lo llamó para avisarle que el momento había llegado. Nacho, por supuesto, no lo dudó: dejó el entrenamiento, fue al hospital y permaneció a su lado durante todo el proceso. “Pasarme toda la noche ahí, dormir tres horas, porque no dormí…”, relató. Al amanecer, apenas pudo volver al hotel para integrarse con sus compañeros, almorzar y luego concentrarse para el partido.
A pesar del cansancio físico y emocional, el padre encontró fuerza en el nacimiento de su hijo y en el respaldo de su familia. Esa energía lo impulsó a ser protagonista del partido, marcando el primer gol de la final y consolidando una actuación que quedará para siempre en su memoria. “El mejor día de mi vida”, resumió con emoción al finalizar el encuentro.
Te puede interesar: Vicente Sánchez desconoce qué sucederá con su futuro como DT de Cruz Azul: “No depende de mí”
Un título con sabor a redención
Más allá de lo deportivo, este trofeo también tiene un peso sentimental para el capitán celeste. Recordó entre lágrimas a su madre, quien falleció tiempo atrás, y a quien dedicó tanto el gol como el campeonato. “Sé que allá arriba, o en algún lugar, siempre me acompaña”, expresó conmovido.
Además, destacó el papel de la afición cruzazulina, que tiñó de azul el estadio de Ciudad Universitaria, haciendo sentir al equipo como en casa. “Este estadio se hizo nuestro”, dijo, reconociendo la entrega de los hinchas y la comunión que se ha formado entre el plantel y su gente.
