Recuerdo alguna vez haber leído un texto del periodista polaco Ryszard Kapuscinski que hablaba sobre la abolición de la esclavitud en Argelia, en buena parte gracias al presidente Ahmad Ben Bella, que también era amante del futbol, pues había un lugar específicamente dedicado al tráfico de mano de obra y él lo eliminó por completo.
Fue a principios de la década de los sesenta que el funcionario acabó con el mayor mercado de esclavos a nivel global en In Salah, pequeña ciudad dentro del Sáhara argelino, para después entregar a los esclavos las tierras que entonces eran propiedad de los tratantes, esa y muchas cosas más le valieron que al aeropuerto de Orán se le pusiera su nombre.
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Aunque pareciera que no existe más, esa terrible práctica milenaria ha encontrado la forma de perdurar en la actualidad bajo motes modernos e incluso llenos de eufemismos, encontramos un ejemplo claro con los trabajadores extranjeros que fueron llevados a Qatar para completar las obras de cara al Mundial de 2022.
En 2010 se decidió que el país de Medio Oriente albergara la Copa del Mundo de la FIFA al vencer en las votaciones a Australia, Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, entonces los organizadores hicieron promesas relacionadas con los derechos humanos, pero parece que hubo poco avance.
“Para ser honesto, no veré la próxima Copa del Mundo. No estoy en contra de que se celebre en lugares donde el futbol sea promocionado, como sucedió con Sudáfrica y Estados Unidos, pero Qatar no es un país de futbol (…) Han muerto miles de personas construyendo estadios y aun así vamos a celebrar el Mundial ahí”, apuntó Eric Cantona en entrevista con Sportmail.
¿Fue un error darle la sede a Qatar para el Mundial 2022?
Amnistía Internacional asegura que un total de 1.7 millones de trabajadores foráneos han participado en las construcciones para el torneo, lo que representa más del 90% de la mano de obra, una enorme cantidad de ellos provienen de naciones en extrema pobreza como la India, Bangladesh y Nepal; lo único que buscan es mejorar la calidad de vida de sus familias.
Sin embargo, lo que llama poderosamente la atención es que se trata de una especie de esclavitud moderna, como han denunciado los involucrados: algunos empleadores llegan a confiscar los pasaportes de la gente a su cargo, así que salir de Qatar o cambiar de trabajo es una misión extremadamente complicada porque que se tiene que solicitar un permiso especial a la empresa, muchas se niegan y obligan a cumplir los contratos.
“Recuerdo mi primer día en Qatar. Prácticamente lo primero que hizo un agente que trabajaba para mi empresa fue quedarse con mi pasaporte, desde entonces no lo he vuelto a ver”, explicó un bangladesí a Amnistía Internacional.
The Guardian reporta que desde el comienzo de las obras en 2010 ha habido 6,500 muertes de empleados, un dato que no consta a Heraldo Deportes y que el Gobierno local niega enérgicamente.
¿Esclavos con contrato? Probablemente ¿Volvimos a los campos de concentración? No, pero hay similitudes, aunque tal vez es más parecido al Apartheid que Sudáfrica vivió durante el siglo XX: los trabajadores viven en construcciones alejadas de los grandes rascacielos, por lo general, varios sujetos duermen en un cuarto pequeño con literas rodeados de mala higiene e inseguridad.
Y aun con esas pésimas condiciones, con el extremo calor, con el retraso de pagos y con la esperanza pisoteada, los empleados encontraron energía para disputar la Workers Cup, algo que se puede ver en un documental de Adam Sobel que fue liberado en 2017, es decir, a mitad del camino hacia el Mundial.
El Comité Supremo de Organizadores reunió a 24 empresas para presentar la idea y a pesar de que parecería que se pensó un poco en el entretenimiento de los trabajadores, fue una especie de propaganda para dar buena imagen hacia el exterior y que otras personas se animaran a aceptar los contratos, al menos es lo que puede apreciarse en el material.
Esclavitud moderna, un término que utiliza un hombre originario de África entrevistado para el documental.
Ben Bella estaría muy decepcionado…
“Qatar es un error. Es demasiado pequeño para el evento, (no se tomó en cuenta) las consideraciones sociales y los derechos humanos”, dijo a Tages-Anzeiger el propio Joseph Blatter, que dio el anuncio de la sede en 2010.
Por Dave Ramos