El mediodía se redujo en 48.89 segundos. Desde el carril número tres, la mexicana Ana Gabriela Guevara corrió por París como corren las leonas cuando salen de caza. En la prueba de los 400 metros planos, del Campeonato Mundial de Atletismo, el oro cubrió los pasos de Ana. Sucedió el 26 de agosto de 2003, en el suelo naranja del Stade de France.
De las ocho mujeres en carrera, Ana fue la única que apareció con gafas oscuras. También, la única en levantar los puños en señal de victoria. Después de los primeros 200 metros, la sonorense atacó y miró de reojo el reloj de la curva: 22 segundos y fracción. La leona no corría; volaba. Y volando cerró la carrera por delante de la jamaicana Lorraine Fenton (49.43) y la senegalés Amy Mbacke Thiam (49.95).
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“Cuando vi en los últimos metros que ya venían detrás de mí, dije: este es el momento de atacar. Lo único que pasaba por mi mente era cruzar la línea”. Y la cruzó. Fue la victoria de un país, pero también la conquista de miles de mujeres como ella. Porque aquellos que no creían, terminaron creyendo. La imagen de Ana en los últimos metros, fuerte, decidida, dejando de dar zancadas y empezando a galopar, se repitió por días en los hogares mexicanos.
“A partir de esa noche, las mujeres se dieron cuenta que sí podemos”, dijo, aliada del tiempo. A París, la mexicana llegó con una racha de 26 victorias consecutivas. Fue medallista de oro en los Juegos Panamericanos Santo Domingo 2003 y también en los Juegos Centroamericanos San Salvador 2002, además de la Golden League 2002. Con el número 726 en su espalda, Ana escuchó el disparo de salida y corrió en solitario por la historia.
Y llegó. En el país de Monet, Proust y Víctor Hugo, la mujer de las gafas oscuras se convirtió en la primera mexicana en ganar un Campeonato Mundial de Atletismo. “Todos los pronósticos estaban en contra”, reconoció. Ninguno tan grande como el corazón de una leona.
AAH