Eran los Juegos Olímpicos de Beijing 2008. Por los pasillos de la Villa Olímpica, Kobe Bryant caminaba para relajar los músculos antes de su siguiente partido con la selección de Estados Unidos, en el torneo masculino de basquetbol. De pronto, ante él, aparecieron dos siluetas de menor tamaño que lo saludaron y le desearon suerte en su aventura.
Uno de ellos era Pelé, el legendario futbolista brasileño. El otro, también leyenda, era el hombre que lo hizo soñar desde chiquito: Diego Armando Maradona, su superhéroe, el 10 de la selección argentina y del Napoli de Italia. “Hola, maestro”, le dijo Diego, tendiéndole la mano como si fuera un amigo. Para Kobe, aquel momento marcó su vida.
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Maradona, como Pelé, rondaba la Villa Olímpica porque Argentina enfrentaba a Brasil en las semifinales del torneo de futbol. “Yo conocía a Messi y a Ronaldinho”, recordaba años después la estrella de la NBA y capitán de Los Ángeles Lakers, en una entrevista.
“Pero ese fue mi momento. Estaba como un chico, porque Maradona era como… ¡Era el GOAT (El mejor de todos los tiempos)!”.
A Kobe lo alcanzaron los recuerdos de su infancia en Italia, cuando jugaba con la camiseta del Milan y soñaba con ser futbolista. Entre otras razones, por los partidos que veía de Diego con la 10 del Napoli.
“Conocerlo, después de tantos años… fue increíble. Le pedí sacarme una foto con él y un autógrafo. Ese fue mi momento. Tengo la foto en mi oficina”. Y ahí se quedó, hasta la muerte de ambos.
El encuentro duró apenas unos minutos, pero entró en la mitología. Y es que los genios tienen eso: parecen seres de otro planeta.
AAH