La imagen de Lionel Messi es un contraste, la cara opuesta de sus tiempos felices en el Barcelona. El momento más tenso, más crítico y oscuro del atacante argentino desde su llegada al equipo blaugrana. Su paciencia se desplomó tras la derrota por goleada ante el París Saint-Germain, en la ida de los octavos de final de la Champions League.
Messi, con el gafete de capitán, observó desde el medio campo el recital de goles de los parisinos. Había puesto el 1-0 desde el manchón de penalti, pero luego, producto de la superioridad futbolística de su rival, el 10 desapareció de la misma manera que lo hicieron sus compañeros en el campo.
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En una imagen captada por la televisión, Messi fue captado en una faceta cada vez menos desconocida en el Barcelona: furioso, impotente, desconcertado por las facilidades defensivas de un equipo que llegó a ser el mejor del mundo en la época de Pep Guardiola. Ahora, decaído, el 10 no tuvo reparo en reclamarle a los suyos.
El segundo gol del PSG, que fue también el doblete de Kilyan Mbappé, provocó que La Pulga volteara a ver a sus compañeros y les recriminara, con los brazos al aire, la falta de contención ante el ataque de sus rivales. Algunos, como Gerard Piqué y Sergio Busquets, lo observan desde su posición y otros prefieren bajar la mirada.
Con el 1-4 en contra, Messi y el Barcelona tendrán que buscar la épica en París para avanzar a los cuartos de final de la Champions League. Llegarán obligados a ganar por tres goles, para poder forzar la prórroga y seguir con vida. En caso contrario, se despedirán de otra edición entre rupturas y enojos de su capitán.
AH