La angustia se apoderó de Daniela Basso, ese 29 de noviembre de 2020, cuando miró cómo su esposo, Raúl Jiménez, quedaba tendido, sin respuesta, con el rostro sangrado, después del choque de cabezas que sufrió con David Luiz, defensa del Arsenal, en el partido que sostuvo con el Wolverhampton.
Fue al minuto cinco de partido cuando, en un tiro de esquina a favor de los Gunners, el atacante mexicano hizo labores defensivas. A la altura del área chica recibió el cabezazo pleno del defensa brasileño, que en su intención por conectar fuerte la pelota, se encontró con la cabeza de Jiménez.
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De inmediato se paró el juego. Entraron las asistencias. El jugador no se movía, mientras sus compañeros y rivales tenían semblantes de preocupación al ver la escena. La sangre ya se asomaba por la frente del delantero mexicano.
Fueron momentos complicados para Basso y la familia del futbolista, que al no ver que se moviera pensaron en el peor panorama posible.
Desgraciadamente, lo primero que pensé fue que se murió. En pantalla nunca lo vi reaccionar. Normalmente, cuando los jugadores se caen y se lastiman, ves reacción", dijo Daniela Basso en entrevista con The New York Times.
El tiempo se pasó despacio, más de lo que en realidad faltaba para saber cuál era el estado de salud de su esposo, padre de Aria, con apenas unos meses de nacida. Fueron tres cuartos de hora de incertidumbre para Daniela y familiares.
Pasaron 45 minutos hasta que supe que estaba vivo, dijo. No sabía si estaba bien, o si estaría bien, solo vivo. Imagínese, 45 minutos en los que tuve que tratar de mantener la calma y decirme que todo saldría bien”, compartió.
El diagnóstico: fractura creaneal. La operación era obligada, así como el momento de frenar el gran momento del mexicano con los Wolves y la Selección Mexicana. Entonces no se sabía que iban a ser más de cinco meses, casi seis, de estar alejados de las canchas, rehabilitándose, con las ansias a pleno, pero con la dicha de estar con vida y seguir disfrutando de la familia y el futbol.
FDR