Cada intervención es una especie de ritual a los dioses. “Cuatro. Tres. Dos…”. Como un hechicero, abre los brazos y mira al cielo para hacer una plegaria. Y retumba: “Atletas del Exatlón…”, rojos y azules lo miran hipnotizados por la voz potente, impostada, entonada para apoderarse de los sentidos. Se vuelve actor. Brujo. Deja de ser un hombre normal y se convierte en La Máxima Autoridad. “¡Corte!”. Descansa, ríe, se limpia el sudor del rostro, juega con sus amigos y vuelve a ser Antonio Rosique, periodista que encontró en un reality show el viraje de la información al espectáculo, con el deporte como inamovible pasión.
Las líneas en rojo advierten fallas en la conexión, pero la señal se aferra a los más de 3 mil kilómetros que hay entre Ciudad de México y República Dominicana, donde Antonio toma jugó de naranja para mitigar el calor del Caribe y responde a las preguntas de El Heraldo Deportes en una charla que, al igual que el conductor, va de un lado a otro: del periodismo al Exatlón, de los Juegos Olímpicos a la guerra. Del presente a los enigmas del futuro.
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Frente a la cámara, se toma el cabello como acto reflejo, frunce el ceño, sonríe repentinamente y mueve las manos para enfatizar. Pero la voz es amigable, parece que con las respuestas aprendidas, rotunda y con ligera ronquera por los 37 grados centígrados bajo los que narra 30 carreras por día, 150 a la semana y poco más de 20 mil en cinco años, los que lleva al aire este programa que giró la vida del comunicador.
He tenido una carrera periodística muy bonita que anhelaba, pero el Exatlón es muy inmersivo: te vas lejos, todos los días estamos grabando, vamos muy pegados al aire, es una aventura tan inmersiva que tengo que estar en cuerpo, mente y espíritu aquí. De corazón también aquí. Ha cambiado mi estilo de vida (…) tiene que girar en torno a eso, a que duerma bien, me alimente bien, haga ejercicio en la mañana, el día que tengo de descanso verdaderamente descansar, no salgo en las noches porque no es compatible, tengo que cuidar mi voz. Todo eso cuenta”, comparte, como él dice, a la distancia.
Algo de actor tiene Antonio Rosique. Lo acepta y se regodea en esa idea histriónica. Cuando sube a la plataforma para conducir el reality show, recuerda aquellas obras del teatro musical que le enamoraron. A su manera, en otras proporciones y escenarios, hace un intento por apropiarse del televidente y los atletas que le escuchan.
"Mucha gente me pregunta: ‘¿Usas apuntador?’. Le digo que no, no permito que nadie me hable aquí”, remarca señalando su oído. “Memorizo mi escena, mi guion, lo que yo escribí. Memorizo mi discurso, yo sé cómo empiezo mi escena y cómo la acabo. En medio hay improvisación. De alguna manera también estoy rozando, humildemente, algo de la parte teatral”, cuenta, apasionado. “El reality show te permite ser todo lo que quieras ser. Te permite bromear, te permite llorar, enojarte a veces. Estoy viviendo en la emoción. No me escribieron en un guion: ‘debes estar enojado’. Yo me he enojado. Y lloro, se me ha cortado la voz, he llorado porque tengo que decirle algo a alguien. Es muy bonito el Exatlón porque es como un teatrote en el que estamos improvisando y todo puede ocurrir”, dice desde lo que parece ser su comedor, con dos cuadros al fondo: un bodegón y un cuarteto de músicos regordetes.
Hay un amor que Antonio Rosique no olvida: el periodismo. Con más de 35 años como profesional de la información, alterna su labor como reportero y narrador con la de conductor y frontman del programa que se convirtió en un fenómeno televisivo.
Soy un contador de historias. Llevo 25 años como periodista y como tal tenemos el radar de dónde está una buena historia que contar y a veces la historia está con un equipo, a veces está con el otro, a veces está con el mejor atleta, o a veces está con el atleta que no ha logrado puntos”, explica, junto al punto de inflexión para combinar el lado del show con su vocación, que se mueve entre el periodismo y la literatura: “Tengo que sentarme a escribir, todos los días. Escribo mis textos, mis discursos, mis despedidas, qué le voy a decir al que se va el domingo, qué les digo mañana, es tan inmersivo que es la aventura más transformadora de mi vida. La otra fue cuando me fui a estudiar a Inglaterra, me fui a vivir dos años y fui corresponsal en Europa, pero creo que esto está a la luz pública. Me convertí en parte de una historia todas las noches”.
—Hace 25 años, ¿te hubieras imaginado conducir un reality show?
“No me hubiera pasado por la cabeza. Yo soy reportero, soy periodista de redacción, reporteaba los campos de entrenamiento del futbol mexicano, seguía a los deportistas olímpicos, seguí a la Selección Mexicana. Nunca me pasó por la cabeza: ‘un día vas a estar parado en una playa remota, en una plataformita y vas a guiar, vas a ser parte de un reality show’. Nunca lo pensé, pero eso es lo más maravilloso: el periodismo es una aventura en sí mismo, es como entrar a un laberinto fascinante. En ocasiones das una vuelta a la izquierda y te encuentras con algo como un Mundial de futbol, das una vuelta a la derecha y te toca ir a buscar la historia al pueblito más recóndito de México, más humilde, y después das otra vuelta y te ves en una serie mundial de beisbol. Es decir, contrastes por todos lados. Me ha tocado vivir en África dos meses, en Brasil otros dos meses, en Londres dos meses, en Inglaterra dos años, me tocó que me mandaran de avanzada a los eventos, entonces he vivido muchas cuestiones internacionales, y ahora los últimos cinco años es todo lo contrario: ‘aquí, no te muevas de aquí’. Está muy interesante cómo la vida te va llevando a varias etapas".
—¿Y cómo no traicionar esos sueños y vocación periodística por apostarle a un proyecto como el Exatlón?
“Es muy interesante cómo uno elige en la vida, pero también la vida de alguna manera elige por nosotros. Yo elegí el periodismo deportivo porque fue lo que yo siempre quise hacer desde niño: hacer una transmisión con José Ramón Fernández, quería estar en la cancha de Ciudad Universitaria, sentarme un día en DeporTV y En Caliente, en los programas que veía de niño, ir al Mundial de futbol y que ahí estuviera el Güiri Güiri (Andrés Bustamante) y todo eso se me fue cumpliendo, pero como ha ido avanzando mi vida, mi carrera, te vas dando cuenta que en lo más profundo soy un comunicador, porque también me han gustado otras cosas de la comunicación que no sólo son el periodismo deportivo. Hice un par de festivales de cine deportivo hace unos años en la Ciudad de México, en el Cine Tonalá, y el cine me ha gustado mucho, no para ser cineasta, pero es otro formato, otra manera de comunicar; disfruto mucho de los documentales, o ahora de las series. Soy muy aficionado del teatro musical, pero como aficionado, porque no canto".
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Al término de la temporada All Star (en mayo próximo) el Exatlón tomará un año sabático. Pero Antonio Rosique no. Al término del proyecto televisivo se reincorporará a las actividades del área de deportes de su televisora, con miras a lo que será el Mundial de Qatar 2022, no sin antes tomar un respiro. “Quiero tomar cursos, seguir aprendiendo, quiero capacitarme. Si el mundo lo permite —ya ves que el mundo ahora está muy complicado—, quiero hacer un viaje largo. La pandemia no me permitió tener luna de miel y creo que se la debo a mi esposa”.
El mundo del que habla el periodista es el mismo que está en guerra desde hace unos meses. “Muy triste porque parece que no terminamos de entender. Todavía no salimos de una pandemia terrible que sacude al mundo y pareciera que los humanos no entendemos lo que tenemos que hacer”, considera.
Temperamental y emocional, características que acepta “me juegan a favor y en contra”, Antonio Rosique encuentra las palabras justas para los atletas desde lo que lee, mira y encuentra en su ávida curiosidad. Fanático de los Hombres G (“La canción que quieras”), de la literatura (“Recomiendo ‘Colmillo Blanco’, de Jack London) y del cine (“Me gusta mucho el beisbol, se me viene a la mente ‘El Campo de los Sueños’, con Kevin Costner”), no tiene cuentas pendientes con su vida, aunque sí con el tiempo, que al final lo tienen al frente de un reality, sumando memorias, amigos y satisfacciones. La ruta del destino es distinta para cada quien.
"Me hubiera gustado hacer muchas otras cosas, aprovechado mejor mi tiempo, pero creo que al final todo es resultado de dónde se encuentra uno hoy”, responde, y mira su multifacética carrera comprimiéndola en una frase: “Como dice Steve Jobs: ‘empiezas a unir los puntos que le van dando forma a tu vida’".
-Por Francisco Domínguez