Martes 24 de Septiembre 2024
REPORTAJE ESPECIAL

Zapatos de futbol Manríquez, tradición en Liga MX de la cabeza a los pies

La marca mexicana de zapatos de futbol afronta batallas para permanecer en el mercado, entre ellas la pandemia y la piratería.

Reportaje especial.La historia jamás contada de los Zapatos de futbol ManríquezCréditos: Mexsport
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Mientras pasaba la convulsión por los Juegos Olímpicos de 1968 en México, aún con la agitación por la matanza de Tlatelolco y con Gustavo Díaz Ordaz a punto de dejar la presidencia, un hombre piensa revolucionar el mercado del calzado deportivo con el apellido de la familia como bandera. Se ahormaban los Manríquez

Viene otra efervescencia. El Mundial de 1970 se asoma y Nicolás Manríquez es agente de ventas del esposo de su hermana, un auténtico artesano del zapato. Poco después, La Piedad, Michoacán (ciudad a poco más de 400 kilómetros de la CDMX) se convierte en el lugar donde los futbolistas compran sus zapatos, un fenómeno más rentable para el cuñado, por lo que Nicolás ya era prescindible en el negocio. Otra piedra en el camino.

El hombre sabe lidiar con eso, en el pasado intentó ser futbolista, sin embargo, una fuerte amebiasis le arrebató el sueño de ser profesional. Veía a ex compañeros debutar, pero algo estaba hecho a su medida para poner los pies en la tierra, aunque afuera de los terrenos de juego. Se hizo zapatero, aprendió sobre materias primas y el proceso de fabricación para emprender de nuevo y aprovechó la enorme demanda de calzado en La Piedad para crecer. Encontró la llave de un futuro próspero gracias a un allegado que jugaba en la Unión de Curtidores, hombres que representaron una conexión hacia las materias primas: estaba lista la piel y lo demás quedaba en sus manos.

“Mi amigo jugaba en Unión de Curtidores, él conocía a los de la piel, los de las suelas, los de la peletería y fue fácil que yo empezará a fabricar. Me enseñé a saber de todo lo que se utiliza en el zapato de futbol y así empecé”, explica Nicolás Manríquez en entrevista exclusiva e inédita con Heraldo Deportes. 

El nombre de la empresa obedece a una parte de la idiosincrasia mexicana que, sin complicaciones, utiliza el apellido paterno para registrar marcas y negocios, con gran éxito en la repetición de la fórmula: ‘Tortillería Ramírez’, ‘Abarrotes García’… Nicolás estaba seguro de que ‘Manríquez’ sería reconocido algún día en un mundo al que de una u otra manera llegó.

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Manríquez’ se ve por todo el país. Tanto jugadores amateurs, como profesionales ayudan a crecer la iniciativa local en una época sin la presencia de las marcas internacionales que hay en la actualidad y en la que era posible competir lealmente por florecer en el mercado.  

Son los años 80 y Nicolás vive con su familia en la Ciudad de México. Realiza constantes viajes a La Piedad, cada fin de semana lleva mercancía nueva a un hogar en donde los muebles se confunden con anaqueles y cientos de zapatos, es una especie de casa-oficina-almacén, donde se conjuga lo cotidiano, el calzado y el futbol.

Sus cuatro hijos se involucran desde niños, acomodan el zapato artesanal en cajas y ayudan a su madre a venderlo, pero hay uno que será clave en el futuro: Eric, aún no lo sabe, años más tarde él será quien posicione la marca en la Primera División de México, en persona negociará con Miguel Calero, con Joel Huiqui, con Alan Pulido, con Hugo Ayala, con Jorge Torres Nilo y un largo etcétera que buscará los Zapatos de Futbol Manríquez. 

“Desde que tengo uso de razón estuve entre el zapato y el futbol. Siempre estuve con mi papá ayudándole a empacar, a acomodar productos y a contar, de todo desde niño”, comparte Eric al Heraldo Deportes, en una búsqueda de recuerdos.

Como todo amante del balompié y siguiendo los pasos de su papá, quiso ser jugador profesional. Asistió a la academia de los Pumitas en donde estuvo hasta los 13 años, siempre calzando los Manríquez, no por imposición de su padre, sino porque es consciente de la calidad que tienen, de su resistencia y la fiabilidad que los distingue a lo largo de la historia, con el punto a favor de ser mexicanos, pero detuvo esa aventura y el sueño se esfumó. Los pasos por venir también serían con los tenis adecuados, aunque no puestos ni pateando el balón, sino abriendo el camino para comercializar el producto con la marca de la familia.

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Nicolás está en una especie de panóptico para tener una mejor perspectiva de todos los aspectos de su vida: está al pendiente de los empleados que tragaron un clavo al momento de hacer un zapato, recorre el país para vender su calzado y al mismo tiempo cumple el rol de jefe de familia. Inconscientemente también pone los cimientos que más tarde sus hijos aprovecharán para erigir un reino construido gracias al fino producto hecho con las manos, aunque destinado a usarse en los pies.

“Primero tenemos las hojas de la piel, hay unos moldes como de cartón, luego los pasan como a una lámina y de ahí lo cortan. Después va a la máquina de pespuntar, de ahí a la montada, le pegaban la suela con un pegamento que era barato para que se fijara, posteriormente lo sacaban a la horma y lo pasaban a que le pusieran la costura”, narra el fabricante. 

Entre los años 70 y 80, un par de zapatos de futbol Manríquez tenía un costo de producción de 25 pesos mexicanos, Nicolás los vendía en 35 pesos y las tiendas de deportes los llegaban a ofrecer hasta en 80 pesos. Eso era suficiente para subsistir e incluso para acudir a los Mundiales y Eurocopas por todo el mundo, de hecho, en México 1986 (16 años después del comienzo de la empresa) Nicolás y su hijo Eric, entonces de solo 11 años, visitaron el Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria para ver en plenitud a Diego Armando Maradona en el juego entre Argentina y Corea del Sur. Los Manríquez veían al próximo campeón del Mundo.

Eran años donde el futbol se respiraba y la familia se acercaba a importantes nombres del futbol profesional. Nicolás pudo intercambiar palabra con Jorge Campos, Ricardo ‘Tuca’ Ferretti, Hugo Sánchez y hasta con Edson Arantes do Nascimento, ‘Pelé’, pero algo lo detuvo para ofrecer su producto, la clave la encontraría más tarde.

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Eric, el hijo de Nicolás, termina la Licenciatura en Mercadotecnia. Aprovecha las herramientas que su padre le dio y entra al negocio familiar formalmente. Aquel niño que vendía zapatos con su madre aprovechará esa habilidad para meterse de lleno al futbol profesional, el punto de inflexión para los zapatos Manríquez. 

La marca no había dado ese paso porque Nicolás era tímido, no contó con el mismo acceso a la educación superior, no obstante, hizo lo posible para que sus hijos tuvieran una suerte diferente. 

“Soy de pueblo y era muy tímido, a mí me daba vergüenza acercarme (a los jugadores) para ofrecérselos, Eric fue el que inició eso. Él les hablaba fácil y a mí me daba pena”, explica el fundador. 

Como un cazador furtivo, Eric estudia las posibilidades en Liga MX y en categorías inferiores de la Selección Mexicana, sabe que es muy difícil competir contra los monstruos que tienen el presupuesto para invertir en tecnología, investigación y desarrollo, aún así consigue enganchar a importantes futbolistas gracias a la calidad de su producto.

“Los futbolistas decían que no veían diferencia entre los Manríquez y otras marcas, incluso muchos me decían que se acomodaban más con los Manríquez porque es de piel. Si acaso usaban otra marca es porque les ofrecían dinero”, detalla Eric. 

La expansión no se limita a los protagonistas de la batalla en el rectángulo verde. Entran algunos actores secundarios en el plan maestro de los Manríquez: los árbitros. El calzado gana popularidad entre los de Primera División y surge un mercado distinto, aunque no menos importante. 

“De repente se nos empezaron a acercar algunos árbitros amateurs porque les gustaba el zapato y la gran mayoría juega futbol, la gente no sabe que también juegan. Luego se empezó a correr la voz y un árbitro me traía a otro y otro, se iban juntando. Por ejemplo, uno que estaba en segunda me decía ‘soy muy cuate de Roberto García’ y ya empezaron a acercarse, negociamos y los empezamos a patrocinar”, explica Eric. 

Como en toda historia de la literatura, aparece un villano en la escena de la familia de zapateros, un enemigo oculto, pero visible que, a pesar de los múltiples intentos de las autoridades en el país, ha sido casi imposible de aniquilarlo: la piratería. Perseguir a alguien que comete este delito federal no es sencillo, hay que hacer una importante inversión con los abogados para realizar la demanda correspondiente, después cumplir con un proceso, esperar un veredicto y finalmente ver cómo resolver la cuestión económica.

“Nos han llegado a pedir modelos que no existen, me mandan las imágenes y son piratería, a veces no la creen (…) Tratamos de combatir a algunos, pero hasta están coludidos con la delincuencia organizada y nos puede generar problemas”, comenta el heredero de Nicolás, tranquilo, aunque indignado. 

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Es 2022. Pasó poco más de medio siglo desde que la aventura empezó. Eric y Nicolás están reunidos en la tienda ‘El Mundo Deportivo’ de la Ciudad de México, rodeados de tenis Manríquez, balones Gaser, playeras de futbol y recortes de periódicos con jugadores que usaron su marca.

Nada de eso importa, ahora son padre e hijo hablando en la sala de una casa, Eric trata de aprender lo que en su momento no pudo, habla y pregunta con la ilusión de un niño, su padre es un erudito que comparte el conocimiento con la misma emoción y que incluso habla de aquella vez que experimentó hacer calzado con piel de perro. Ese lugar se volvió una máquina de tiempo.

Además de hablar sobre sus vivencias, ambos manifiestan lo complicado que ha sido atravesar el oscuro túnel de la pandemia de Covid-19: escasez de materiales por los contenedores varados en medio del océano, trabajadores a los que hay que pagarles y una enorme demanda que había que cubrir.

“Tan sencillo, un año sin vender nada, sin cobrar y pagándole a los trabajadores, cómo no se va a pensar que desaparecería la marca”, confiesa Nicolás. “No hemos salido, ha estado súper complicado (…) Muchos trabajadores se desesperaron y se fueron, ahorita todavía arrastramos eso porque no hay mano de obra calificada, no se fabrica la demanda que se tiene ahora”, completa Eric. 

Juntos han mantenido a flote un barco que tiene planeado volver a los mares de la Primera División del futbol mexicano, para ello será necesario replantear la estrategia de marketing y volver a acechar a los nuevos talentos, una tarea nada sencilla, pero que ya se ha hecho en el pasado. 

“Queremos retomar lo que hemos hecho en cuanto a patrocinios y marketing, queremos volver a repuntar como en algún momento el zapato Manríquez fue el de moda en los futbolistas”, vislumbra Eric. “Si crecemos sí (volveremos a primera división)”, concluye Nicolás. 

En un mundo globalizado, la artesanía mexicana pone resistencia, impulsa talento nacional y mantiene el latido de las tradiciones que parecen carcomidas por grandes pulpos industriales. 

Los Zapatos de Futbol Manríquez siguen aquí, caminando, paso a paso, mientras patean la pelota. 

Por Dave Ramos