Al igual que las mamás de muchos boxeadores, la madre de Julio César Chávez nunca lo fue a ver a sus peleas por las razones que aquí te decimos y qué bueno, pues cuando su papá fue a uno de sus combates terminó con diabetes nada más de ver la paliza que le estaban dando a su hijo arriba del ring.
En entrevista con Yordi Rosado, Julio César Chávez dijo que desde joven a su madre no le gustaba que peleara, pero que él fue siempre muy peleonero, tanto que iban de todas las colonias a pelearse con él cuando salía de la secundaria: “Así les fui pegando a lo mejores de todas las colonias, a los meros, meros. Eran peleas callejeras”.
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Y añadió Julio César Chávez: “Me tocaron tiros canijos, peleas incluso con un cinta negra con el que duré como media hora peleándome. Creo que fue el último tiro que tuve con toda la escuela llena, un gentío, hasta que lo caché en una patada y cayó conmocionado. Arrasé con todos y de ahí en adelante ya todos me respetaron, nadie más se metió conmigo”.
Nunca fue su madre a las peleas de Julio César Chávez, ¿por qué?
Julio César Chávez afirmó que aunque no era tan malo en la escuela, tampoco tan bueno, por lo que cuando quiso entrar al boxeo su madre le dijo: “¡No!”, pues le daba miedo y ella quería que estudiara: “Tenía dos hermanos que peleaban y me dijo que ella ya no quería sufrir, que mis hermanos llegaban todos hinchados, todos golpeados y no quería que fuera boxeador. Pero le rogué y le rogué hasta que me dio chance. Le dije: ‘Deme chance 10 peleas nomás. Si pierdo una, sigo estudiando’, pero gracias a Dios no fueron 10, sino más de 90 y no fueron más porque comencé a drogarme”.
Si su mamá alguna vez lo fue a ver pelear, indicó que no, que nunca fue al box: “La llevé a Las Vegas, pero se quedó en el hotel. Mi papá tampoco iba a verme pelear, pero la primera vez que lo hizo le dio diabetes porque fue a la primera contra Meldrick Taylor. Se salió de la arena en el octavo round porque no soportó ver la ch… a que me estaban poniendo”.
Y terminó: “Mi pelea 91 contra Frankie Randall fue algo muy triste porque fue cuando realmente me di cuenta lo que valía. Pierdo y veo a mi alrededor toda la gente estaba llorando y me dije: ‘Ah, cab… ¡Perdí! ¡Perdí!’. No lo podía creer y de la tristeza me metí al cuarto con Julio y Omarcito. A las 3 de la mañana me levanto al baño sin acordarme que ya había perdido, pero Omarcito me lo recordó: ‘Perdiste, apá. Perdiste… Pero caíste de culito'”.
EG