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Mágico González: el salvadoreño que enamoró a Maradona pero dejó escapar su gloria por indisciplina

Ícono oculto de la libertad en el fútbol, Mágico González dejó huella con su estilo rebelde y un talento que jamás se dejó domesticar

Mágico González: el salvadoreño que enamoró a Maradona pero dejó escapar su gloria por indisciplina
El Mágico González, el futbolista que enamoró a Maradona Foto: X: @Cadiz_CF

Hubo un futbolista que hizo lo que quiso con la pelota, que dejaba rivales en el camino con la misma facilidad con la que llegaba tarde a los entrenamientos. Un tipo que tenía el talento de un dios, pero que jamás quiso el trono. Ese fue Jorge “Mágico” González, el genio salvadoreño que conquistó el corazón de Maradona, de Johan Cruyff y de toda España con su zurda indomable, pero que nunca despegó como el fútbol lo esperaba. ¿Por qué? Porque nunca quiso cambiar su forma de vivir.

Diego lo amaba y admiraba, incluso llegó a decir que era mejor que él. “¡Ese era un fenómeno! Un monstruo, un crack total”, contaba “El Pelusa”, que incluso intentó llevárselo al Barcelona para jugar juntos. “Lo que hacía ese tipo con la pelota era de otro planeta”, repetía. Y como si fuera poco, Cruyff lo metió entre los cinco mejores extranjeros que vio en su vida. No era brasileño, pero jugaba como si bailara samba. Tampoco argentino, pero en cada gambeta te dibujaba un tango.

Pero mientras otros soñaban con copas, Balones de Oro y gloria, él soñaba con otra cosa; vivir tranquilo, sin que el fútbol lo consuma. Jamás lo vivió como un trabajo, más bien lo suyo era pura alegría, inspiración y magia. Aunque tuvo ofertas del Barcelona, del PSG y de otros grandes de Europa, eligió quedarse en Cádiz, donde la gente lo adoraba, y donde le dejaban dormir hasta tarde.

El Mágico González, el ídolo de Diego Maradona. Foto: X @cultkits

La zurda más mágica que vio Cádiz

Nacido en San Salvador en 1958, Jorge González debutó con el FAS en su país, pero su despegue fue en el Mundial de España 1982, cuando su talento llamó la atención del Cádiz, un club humilde de LaLiga que no dudó en ficharlo. En un estadio chico, con una ciudad apasionada, el “Mágico" hizo maravillas con la pelota, y todo con una sonrisa de lado a lado.

En ese equipo, lo amaban porque los hacía soñar, pero también porque era cercano, auténtico, que jamás se vendió al marketing ni a la disciplina de hierro. No usaba relojes, no comía como atleta, no entrenaba con rigor. Pero cada vez que jugaba, se transformaba en arte puro.

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Tuvo una breve etapa en el Real Valladolid, aunque sin mayor éxito. Luego regresó a Cádiz, donde es ídolo eterno. Y aunque muchos esperaban verlo triunfar en clubes de elite, él prefirió quedarse donde lo querían tal como era. Sin filtros, ni horarios o presiones.

El Mágico González junto a Diego Maradona en un amistoso de Barcelona - Cádiz. Foto: Redes Sociales

El talento que nunca quiso ser rey

“Me levanto porque me gusta la música”, fue la frase con la que Mágico dejó en shock al técnico del Cádiz. Lo cuenta Bambino Veira, entre risas, como una de las anécdotas más insólitas que vivió. Intentaron despertarlo con despertadores, con gritos, hasta con una orquesta flamenca tocando en la puerta de su casa. Y nada; el salvadoreño dormía. “Este no tiene solución”, comentaba entre risas.

Entrenaba cuando quería; llegaba una hora tarde o no llegaba. Le ofrecieron el mundo, pero nunca se vendió. Para él, el fútbol no era una obligación. Le dijo no al Barcelona, al PSG, a cualquier gigante que le exigiera cambiar su esencia. Él no quería reinar, solo quería disfrutar.

Cuando Maradona lo quiso a su lado

Ambos coincidieron en un amistoso con el Barcelona. Ahí nació una amistad que duraría por siempre. Diego quedó maravillado. Dijo que era “un monstruo”, y hasta pidió que lo ficharan. “¡Traigan a ese loco, quiero jugar con él!”, insistía.

Una vez, en un partido, el salvadoreño le ganó el duelo al argentino, tanto que quedó maravillado por cada toque que éste tenía con la redonda.

Más que fútbol: MÁGICO

Hoy, Jorge “Mágico” González sigue siendo recordado como uno de los mayores talentos “desperdiciados” de la historia, pero también como uno de los más genuinos. Lo suyo fue una forma de vivir el fútbol sin presión. Y eso, en un mundo donde todos quieren ser el mejor, lo hace único.

En El Salvador es leyenda. En Cádiz, ídolo eterno. En el mundo del fútbol, un mito. Un hombre que pudo ser rey, pero prefirió ser libre. Porque como dijo Diego, “Mágico era mejor que yo… pero vagoneta, vagoneta, vagoneta”.

 

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