Por un rato, Robin cambió el arco y las flechas por un puñado de pinceles. Las arenas del país se vaciaron debido al COVID-19 y, en esa pausa, comenzó a jugar con los colores, tomó botecitos de pintura y se asomó la ocasión para ponerse a decorar figuras de cerámica.
La imagen por sí misma es curiosa: en un ejercicio casi introspectivo, El Arquero del Espacio tiñe sus botas, sus mallas y define los músculos de su cuerpo en una escultura de 15 centímetros de altura.
Seguir leyendo ...
Primero fue la prueba por plasmar características propias, y después llegaron los pedidos para recrear a compañeros de oficio. Poco a poco descubrió que cada máscara que se pasea por el ring, tiene detalles y tonalidades que la distinguen.
“Más que un hobby, fue una necesidad. En esta pandemia descubrimos muchos talentos que teníamos ahí escondidos y uno de ellos fue éste. Primero empezamos pintando unos cochinitos y luego encontramos luchadores. Pero la clave de todo es mi esposa, ella me dice cómo hacerle para que queden bien las alcancías”, explica el gladiador del Consejo Mundial de Lucha Libre.
Al ser parte de la Dinastía Alvarado, la más numerosa en este deporte, sabe que todo cuesta. Describe que, en la cerámica, sacar moldes, poner color y delinear los aspectos de cada personaje, tiene su chiste.
“Mephisto es de los más difíciles porque saca muchas combinaciones y elementos, la otra vez le hicimos una alcancía de calaverita, otra de Terminator y también una de Venom que eran laboriosas”, menciona.
Sin embargo, él no se encarga del punto fino, es América, la madre de sus hijos, quien toma el timón y de paso exhibe a su pareja:
— La verdad tengo que ponerle trabajos de niño, que pinte lo más que pueda, pero sabe que no debe tocar las líneas. Le pongo los trabajos más fáciles para que no las eche a perder —, revela la esposa del luchador, quien también es hija de Ephesto.
— Ella es la artista, pero yo le presto el nombre para que se haga famosa —, responde Robin en tono de broma.
Juntos disfrutan los tiempos con pincel en mano. Cuando son altas horas de la noche, mientras sus hijos duermen, ellos pintan, escuchan música y se ponen al tanto de los chismes locales. De su trabajo ya mandaron pedidos a Pachuca, Querétaro, Tampico, Monterrey e, incluso, Estados Unidos.
La familia Alvarado le abre las puertas de su casa al Heraldo Deportes. Enfundado en su antifaz, El Arquero del Espacio recuerda sus inicios en la lucha libre vendiendo boletos, botanas y cargándole las maletas a gladiadores consagrados. También fue mascota y recepcionista del Sindicato de Luchadores.
Cuenta que tras la muerte de su padre Brazo Cibernético (1966-1999), su tío Brazo de Oro (1959-2017) lo tomó bajo su tutela. Hoy tiene 11 años con el mote de Robin, en honor al nombre que llevó su papá en sus inicios. Este personaje hace referencia al “ladrón que le roba a los ricos para darle a los pobres”, y se escondía en el bosque de Sherwood.
“La afición millennial se va siempre con el de los cómics. Es un chiste que lo he escuchado toda mi vida: ‘¿dónde dejaste a Batman? ¿Y dónde está Gatúbela?’”, expresa.
Otra de sus habilidades la descubrió cuando vivió solo en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Para economizar en casa aprendió a cocinar y con el tiempo desarrolló su especialidad: gorditas ahogadas, que llegó a vender en el Barrio Bravo de Tepito.
Robin, al igual que su hermano y sus primos, continúa preservando el legado de la Dinastía Alvarado. Sabe del peso que él y los herederos llevan consigo: “piensan que como somos hijos o sobrinos de Los Brazos, todo se nos da, pero no. Se nos pone más difícil porque sabemos la responsabilidad que llevamos y debemos salir a pesar de las envidias”.
Por J. Alexis Hernández