Cualquier pretexto sirve para bailar. Suena la música en el metro, en la radio o en un celular y se enciende un circuito en la mente de los brasileños, automáticamente mueven los pies.
Algunos aprovechan la noche del domingo en el barrio de Lapa, Río de Janeiro, para danzar alrededor de un grupo de hombres que tocan samba en el centro de los restaurantes, son serpientes hipnotizadas por un encantador.
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Van de un lado a otro, poseídos, fuera de este mundo.
Y otros como Ronaldo Nazário de Lima, se encargan de lleva el tradicional baile a una elegante alfombra verde; él pisa hacia la derecha, cambia de ritmo hacia la izquierda y sus rivales son incapaces de seguirle el paso.
Un fenómeno que rompía redes y cinturas en Cruzeiro, el PSV y el Barcelona antes de llegar al Inter de Milán, una época en la que la dinamita que tenía en las piernas le explotó, solo su propio cuerpo pudo detenerlo.
En noviembre de 1999 sufrió una rotura parcial del tendón rotuliano de la rodilla derecha en un partido contra el Lecce, fue intervenido quirúrgicamente y regresó hasta abril del 2000, sin embargo, ese día se apagó la música por completo.
Ronaldo entró a la final de ida de la Coppa Italia contra la Lazio, seis minutos más tarde intentó bailar como solía hacerlo, pero dio un mal paso y se rompió el tendón que se supone ya estaba reparado; sus gritos enmudecieron al Estadio Olímpico de Roma e incluso Diego Simeone, que en ese entonces era su contrincante, trató de consolarlo.
La Confederación Brasileña de Futbol (CBF) llegó a culpar al PSV de las repetidas dolencias de uno de los mejores delanteros que el planeta ha visto, tan es así que Bernardino Santi, coordinador de la lucha antidopaje de la CBF, lanzó fuertes acusaciones.
“Le dieron anabolizantes y el resultado fue que su musculatura fue incompatible con la estructura ósea de su rodilla”, afirmó.
Lo que es una realidad es que Ronaldo pasó un largo rato sin pisar la pista en la que había brillado, de hecho, Gérard Saillant, el doctor que lo operó, tenía pronósticos muy reservados respecto a la carrera del brasileño, aunque éste regresó de forma oficial hasta noviembre de 2001 a unos meses del Mundial Corea-Japón 2002 y ante la incertidumbre de lo que podía hacer: cambió su estilo, limitó su explosividad y danzó con menos intensidad.
No obstante, le alcanzó para subirse al barco de Brasil para esa Copa del Mundo, sabía que no se encontraba en su mejor estado físico y que se había vuelto un blanco de críticas por ello, así que trató de distraer la atención con un peculiar corte de cabello…
El histórico goleador se rapó buena parte de la cabeza, pero dejó un pequeño mechón en la frente, algo que era parecido a una brocha y que fue inspirado por un personaje de dibujos animados en Brasil llamado Cascao, de la serie Mónica.
“Con ese corte de pelo ahí arriba… Nadie podía haberlo llevado, pero él era el Fenómeno, hacía lo que quería”, contó Zinedine Zidane en un documental de DAZN.
Ronaldo Nazário y su danza en el Mundial Corea-Japón 2002
Gradualmente Ronaldo entró en el ritmo de sus compañeros, metió gol en el primer juego contra Turquía, luego anotó contra China y un doblete ante Costa Rica, lo que llevó a la canarinha al liderato del Grupo C.
En los octavos nuevamente se lució con un gol ante Bélgica, volvió a pegarle a Turquía en la semifinal y dos anotaciones suyas le dieron la Copa a Brasil. Silenció a sus detractores y brilló como uno de los mejores jugadores del certamen.
“Los periodistas vieron mi corte de pelo y se olvidaron de la lesión”, apuntó en entrevista con Sports Illustrated. “Pido perdón a todas las madres que vieron a sus hijos hacerse el mismo corte de pelo”, agregó.
Después de renacer, tuvo brillantes estancias en el Real Madrid y el Milán, hasta que en 2008 se rompió el tendón rotuliano de la rodilla izquierda, esa que aún estaba sana y se retiró en 2011 con el Corinthians.
“Si no hubiera sido por las lesiones, habría sido el más grande de la historia”, aseguró Diego Armando Maradona en un programa de Telesur.
La huella de Ronaldo Nazário fue tan grande que otros futbolistas de la talla de Richarlison lo imitaron y probablemente esa tradición prevalecerá hasta el fin de los tiempos…
Por Dave Ramos