Como técnico, Diego Maradona puso a Dorados de Sinaloa en el mapa del mundo. Poco importaba si era un equipo de Primera División o jugaba en la Liga de Ascenso. Los sinaloenses, en el último lugar y olvidados por su afición, fueron parte de una revolución encabezada por el capitán argentino.
Diego los llevó a dos finales, ambas contra el Atlético de San Luis, pero las perdió y se quedó a un paso de la histórica conquista. Su recuerdo, sin embargo, rondó las calles, los pasillos, se repitió en las voces de los aficionados culichis. Y formó parte de la cultura de Culiacán, su Argentina en México.
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A dos meses de su muerte, Dorados recordó al comandante de su última revolución. Lo hizo con un cartel gigante que mostró su imagen en el centro del Estado Banorte, su casa, con una sonrisa inolvidable y la gorra bien puesta de su equipo.
“El Jefe nos cuidará por siempre”, escribió el club sinaloense en su cuenta de Twitter.
Y así va a ser. Porque Diego guardó siempre un lugar especial para sus Dorados. Ahí fue feliz, ahí se sintió como en casa y ahí volvió a cerrarle la boca a los incrédulos que cuestionaban su trabajo. Lo hizo al lado de mexicanos como Mario García y nunca se olvidó de la gente de Culiacán.
AAH